Anápuáka Muniz Tupinambá Hã-Hã-Hãe está acostumbrado a transitar por diferentes universos. Hijo de padre indio y madre negra, nació y creció en São Paulo, pero fue siempre consciente de su ascendencia. De los 8 a los 13 años, experimentó la vida cotidiana en la aldea Tupinambá, en el sur de Bahía y de allí se fue a Río de Janeiro para estudiar en una «escuela de blanco». La pasión por la comunicación le hizo comprender la importancia de crear espacios de protagonismo para los pueblos indígenas, sin renunciar al diálogo con otros pueblos.

En 2011, su trayectoria de netactivista para estimular una red de cultura digital indígena fue reconocida por Mozilla Firefox: Libertadores de la Web. Ese año, comenzaba a buscar la mejor manera de dar visibilidad y conectarse con más de 300 pueblos indígenas de Brasil.

Dos años más tarde, creaba la primera radio web indígena del país: Rádio Yandê, que significa «nosotros» en tupi. Con programación las 24 horas, 2 millones de oyentes en varios países y más de 180 empleados y corresponsales en 26 estados brasileros y en el extranjero, Yandê puede escucharse en su sitio web o por una aplicación en el celular.

A los 43 años con cinco hijos y cinco nietos, Anápuáka festeja el hecho de haberse convertido en un anciano – para los indígenas, esto ocurre a los 40 – y finalmente «ser escuchado en otras esferas y participar en los consejos». Con buen humor y energía juvenil, abrió la puerta de su casa en el barrio de Estácio, en Río de Janeiro, para recibir a Believe.Earth.

La foto muestra el lado interno de un antebrazo con un tatuaje de un penacho indígena en amarillo y rojo.

Anápuáka muestra, en la plataforma de la Radio Yandê, quién está conectado: oyentes fieles en Brasil y hasta en Frankfurt, en Alemania (Thiago Camelo/Believe.Earth)

BE – ¿Cómo fue tu experiencia en la tribu Tupinambá, en Pau Brasil, en el sur de Bahía?
Anápuáka –
Fui concebido en el pueblo, nací en la ciudad y luego regresé a la aldea con mis padres y mi hermano. Estuve allí hasta los 13. Siempre supe quién era. Mi identidad étnica tupinambá nunca fue negada. Entonces, cuando fui a la aldea, volví a casa. Mi tía Lucília hizo un gran intensivo con nosotros, de mañana, tarde y noche. Montar a caballo, arco y flecha, hierbas, canción, danza, cosas que en la práctica no teníamos, sólo en la teoría. Fue muy intenso. Mis padres se separaron más tarde y mi hermano y yo vinimos a Río con mi madre a estudiar, porque estaba prohibido que un indígena estudiara en una escuela de blanco en Pau Brasil. Si no hubiera venido, definitivamente no estaría contando esta historia. Porque la mayoría de mis amigos de la adolescencia en el pueblo murió en conflictos por cuestión de tierra. Estar en los dos mundos fue una experiencia fantástica, pero por supuesto he pasado por muchos traumas en la escuela no indígena en la ciudad.

BE – ¿Siempre mantuviste tu relación con el pueblo?
Anápuáka –
Sí. Me quedé un período lejos del pueblo Tupinambá [17 años] y terminé buscando otras personas y pueblos, lo que creó en mí un sentimiento de no ser etnocéntrico, de no pensar sólo en mi pueblo. Y luego me fui para la comunicación digital, trabajando con otras culturas y movimientos (negro, LGBT, en favelas, asociación de vecinos), y comencé a entender las dinámicas y políticas culturales de otros pueblos. Después entré al Ministerio de Cultura y ayudé a crear el Plan Sectorial para las Culturas Indígenas. Tengo un enorme orgullo de haber participado de principio a fin, en 2010.

BE – A los 13 años, creaste tu primer vehículo de comunicación, un periódico para el edificio donde vivías, en la zona oeste de Río. ¿Tu atracción por la comunicación es anterior a tu inserción en el movimiento indígena?
Anápuáka – Sí, comencé a los 6 años, cuando conocí el Programa de Indio, Ailton Krenak [líder indígena y ambientalista que hizo historia haciendo un discurso en el Congreso Nacional en 1987 y logró la inclusión de los derechos de los indios en la Constitución Federal], en la Radio USP [Universidad de Sao Paulo], que era mi referencia. En ese momento, pensé: «Bueno, genial, el indio puede hacer comunicación». Desde entonces, siempre me preguntaba por qué no teníamos nuestros propios medios de comunicación. Trabajé en la radio comunitaria, luego en radio comercial.

Había pasado por otras plataformas, como Indios Online, pero no satisfacían mis necesidades. Me fui de allí en 2007 y comencé a apoyar a otros indígenas para que construyeran blogs. Aprendí sobre redes de culturas digitales, otras tecnologías, asimilé ideas y empecé a desarrollar el concepto de etnomedia indígena. Hasta que, en 2013, fui invitado a hacer un programa sobre el indígena y pensé:”No. Quiero tener mi propia radio”.

 La foto muestra a un hombre de tez morena, con pelo negro y ondulado, 43 años, frente a un monitor. En el monitor se muestra el mapa de Brasil.

El logotipo de la radio se convirtió en tatuaje en el brazo de Anápuáka: “Está en mi espíritu desde hace mucho tiempo. Que esté en la piel en solo un detalle” (Thiago Camelo/Believe.Earth)

BE – ¿Cuál era el contenido de las primeras transmisiones?
Anápuáka –
Para el primer streaming, juntamos nuestras colecciones musicales. También utilizamos contenidos de terceros. Extrajimos el audio de los productos que ya existían, tales como documentales e hicimos segmentos. Invitamos a familiares que tenían su música y nos dimos cuenta que había géneros no tradicionales como forró, heavy metal, rap, que sólo eran tocados localmente. Terminaron teniendo un gran éxito, como Brô MC’s, Rap Oz Guarani, Arandu Arakuaa, Edivan Fulni-ô.

BE – ¿Cómo se movilizaron cuando se reveló, en 2012, una carta en la que los indígenas Pyelito Kue se referían a “muerte colectiva” en la comunidad si el Estado avanzaba en la decisión de desalojarlos de la tierra donde vivían?
Anápuáka– Denilson Baniwa [publicista y uno de los fundadores de la radio], Thereza Dantas [periodista y activista cultural activa en la cuestión indígena] y yo creamos el hashtag #eusouguaranikaiowa (yo soy guarani kaiowa). Recibimos la carta de suicidio y pensamos: «¿Qué vamos a hacer?» Mi sugerencia fue crear movimientos regionales. Dije: «Ustedes pueden cambiar el nombre [en el perfil de Facebook]». Yo no podía cambiar mi nombre, soy tupinambá. Pero puedo hacer el hashtag. Hubo más no indígenas que indígenas adhirièndose, porque sensibilizó a las personas. Mucha gente sintió dolor, culpa, ira, motivación. Nuestro netactivismo vino por ahí, ocupando blogs, gerenciando contenidos y redes sociales.

BE – ¿Ves desdoblamientos de estas acciones virtuales?
Anápuáka –
Sí. Los Guaraní-Kaiowá, por ejemplo, comenzaron a ser raperos, cantan no sólo en su lengua tradicional, sino para contar su propia historia a los no indígenas. Empezaron a crear sus contenidos, a hacer asociaciones, no se quedan más en su aislamiento étnico. «Yo ser indio, entonces poder hablar de mí». La gente satiriza mucho esa cosa de «yo indio». Por lo tanto, si «yo indio», «yo hablar».

El indígena salió de su lugar de comodidad para darse cuenta de que él y su cultura también deben ser parte de esta nación brasilera, que no lo respeta, que lo vuelve invisible. Sin embargo, si se mantiene en silencio, continuará siendo el indígena de 1500, que ya no existe más, citado por maestros en la escuela siempre en el pasado y no será una presencia física, contemporánea.

BE – ¿Cómo las aldeas escuchan la radio?
Anápuáka –No todos tienen acceso a internet. Muchos graban su contenido, lo copian y lo llevan en pendrives o en su teléfono celular y lo escuchan localmente. O entonces piden algunos segmentos y los llevan a las radios locales, comparten por WhatsApp.

BE – ¿En qué idioma son emitidos los programas?
Anápuáka –
Cada uno produce contenido en su idioma. No tiene ninguna traducción. La radio no fue hecha para mí, se hizo para el otro. Si hablo en tupi, estoy hablando para alguien que habla tupi. Cada uno produce para su propio grupo. Por eso es etnomedia indígena. Radio Yandê es sólo un amplificador de esos idiomas.

BE – ¿Tu postura en relación con la tecnología y la comunicación indígena provoca controversia?Anápuáka –Del mismo modo que soy amado, soy odiado por trabajar temas de actualidad, abordando algunos dogmas de la cultura indígena. Tenemos más de 300 pueblos, más de 300 formas de pensar. Por supuesto, que lo que creo, cómo actúo, no complacerá a todos. Pero trato de mostrar que es posible tener un ambiente relajado en ciertas cosas y que en otras, tenemos que ser más tradicionales, para que no se pierdan. He estado en pueblos que no querían tecnología humana. No voy a forzar a nadie para conseguir lo que no quiere. Mi misión es facilitar el acceso. No enseñamos a usar dispositivos (teléfono móvil, computadora, cámara). La cuestión es el concepto, el lenguaje, el objetivo. Este pensamiento es de lo que tratamos directamente.