Las tormentas de arena oscurecieron los cielos de Beijing, capital de China y mataron a cientos de personas. Miles de hectáreas de cultivos fueron devastadas. Era mayo de 1993 y ya en aquel momento, se sabía que la tormenta de polvo surgió del suelo castigado por la erosión de la meseta de Loess, que ocupa un área de 640.000 kilómetros cuadrados en el noroeste del país.
Tres años después, una inundación causada por las aguas del río Amarillo, uno de los más importantes de la región, dejó sin hogar a 15 millones personas. La inundación fue agravada por casi 2000 millones de toneladas de sedimento de Loess que llegan al río anualmente.
A pesar de ser un capítulo de la historia reciente, los retos que enfrenta China debido a la desertificación no surgen de ahora. Una de las maneras que el país encontró para combatir – y empezar a revertir–la acción humana fue poner en práctica un ambicioso proyecto: el más grande programa de reforestación mundial, que comenzó en 1978 y pretende plantar 100.000 millones de árboles a lo largo de más de 4.500 kilómetros en el norte, en las márgenes del Desierto de Gobi, hasta 2050.
El objetivo es evitar el avance del desierto, que abarca una quinta parte del país y se extiende a través de las zonas urbanas y agrícolas a una tasa de 2.500 kilómetros cuadrados por año, lo que vuelve inservible e inhabitable vastas extensiones de tierra. La Gran Muralla Verde, como se conoce el plan, parece caminar en la dirección correcta.
Un estudio publicado en noviembre, unos días antes de la Conferencia del Clima de Bonn (COP23), en Alemania, mostró que la plantación de árboles sigue siendo la mejor y más barata solución para evitar la presencia de carbono en la atmósfera. «Ninguna de las soluciones tecnológicas para la captura de carbono resultó ser tan eficiente en términos de escala a un precio razonable como plantar árboles», dice Michael Wolosin, autor del trabajo y presidente del instituto de investigación norteamericano Forest Climate Analytics. La mejor manera de hacerlo es devolver el árbol a donde estaba, respetando del bioma local, agrega el investigador.
El análisis consideró las iniciativas de China, India y Corea del Sur, que en las últimas dos décadas, retiraron del aire un total de 12.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, lo que es equivalente a la obra de 3 millones de turbinas eólicas operando 365 días reemplazando las matrices contaminantes, según el estudio. La suma representa un tercio de las emisiones mundiales actuales de fuentes fósiles y es equivalente a la cantidad vertida a la atmósfera en un año por 3000 centrales termoeléctricas de carbón. Es el doble de lo que Estados Unidos lanza a la atmósfera durante el mismo período, concluyó Michael.
Corea del Sur se convirtió en el caso más eficiente de restauración forestal logrado en un corto periodo de tiempo después de conseguir la plantación de 2100 millones de árboles en cinco años en la primera mitad de 1970, y 4880 millones más en la siguiente década. Políticas de valoración del verde vinieron después de un período de extracción desenfrenado de la madera, de la Guerra de Corea, entre 1950 y 1953, que diezmó áreas forestales, y de grandes inundaciones y deslizamientos ocurridos en el correr de los años de 1960. Las acciones incluían la distribución de plántulas a las comunidades, la participación de los lugareños es uno de los factores que reducen los costos de los programas de reforestación, según el estudio dirigido por Michael.
En la India, la participación de la población fue crítica para que el país reforestara casi 47 millones de hectáreas en las últimas tres décadas. En 1970, cuando el 45% de los bosques ya había sido devastado, un movimiento ambiental llamado Chipko intentó frenar la extracción de madera y reconocer el rol de las comunidades locales para cuidar del verde. En la década de 1980, el gobierno lanzó una política de gestión forestal comunitaria que permitió la implementación de programas ambientales con un gasto relativamente bajo, que no superó los 161 millones de dólares anuales entre 2002 y 2007, según el investigador norteamericano.
LA DESCARBONIZACIÓN
Mucho se dice de las emisiones de carbono que provienen de la deforestación. No es de extrañar, ya que son responsables del 10% de las emisiones mundiales. Pero los bosques han sido subestimados en relación a su papel para ayudar a reducir la concentración de carbono en el aire, haciendo lo que los expertos llaman una descarbonización. «Son capaces de retirar un tercio de la contaminación de la atmósfera», dice la investigadora Donna Lee, consultora independiente de Climate and Land Use Alliance y una de las autoras del estudio Forest Mitigation: A Permanent Contribution to the Paris Agreement (Mitigación Forestal: Una Contribución Permanente al Acuerdo de París, en traducción libre), publicado en noviembre.
De los 167.000 millones de dólares que fueron comprometidos para financiar acciones en todo el mundo desde 2010 para reducir las emisiones de carbono, sólo un 2% estaba destinado a acabar con la deforestación, indica una investigación de Climate Focus publicada en octubre.
Falta, por lo tanto, ajustar el enfoque. «Si juntamos las acciones para frenar la deforestación con aquellas destinadas a aumentar la reforestación hasta 2030, entre un 30% y 37% de las oportunidades para detener y revertir los efectos del cambio climático pueden provenir de bosques», dice Michael. Para él, revertir la acción humana es posible, factible y no depende de una tecnología del futuro: «Es algo que ya sabemos cómo hacerlo».
Accede a los informes completos citados en este informe, publicados entre octubre y noviembre de 2017. Todos los documentos están en inglés.
- Mitigación Forestal: una contribución permanente al Acuerdo de París, por Sandro Federici, Donna Lee, Martin Herold. Descarga el PDF completo aquí.
- Reforestación a gran escala para la mitigación del clima: lecciones de Corea del Sur, China e India, por Michael Wolosin. Descarga el PDF completo aquí.
- Financiamiento para los bosques, de Climate Focus. Descarga el PDF aquí.