La promesa es construir un crucero totalmente sostenible y que puede cambiar el futuro de la industria de la navegación: Ecoship, un gigante de 250 metros de largo creado por la ONG Peace Boat, con sede en Japón, con diseño y funcionamiento basados en conceptos de la naturaleza.

El casco es aerodinámico e imita la forma de una ballena jorobada; el revestimiento, antiincrustante y no tóxico, se asemeja a la piel de un pez. Con 6000 metros cuadrados de paneles fotovoltaicos que convierten la luz solar en energía, Ecoship tiene un mecanismo de aprovechamiento de la incidencia solar que puede suministrar el 100% de la iluminación en las cabinas de pasajeros y áreas públicas externas.

Para aprovechar la fuerza del viento, hay diez velas que logran aportar parte de la energía necesaria para mantener la nave en movimiento y diez turbinas eólicas, preparadas para suministrar hasta un 30% de la demanda energética a bordo.

El motor es híbrido, capaz de ser alimentado por biocombustibles, como el metano. Este recurso genera un ahorro de hasta un 20% en el consumo de combustible y reduce hasta un 40% las emisiones de carbono, en comparación con un barco similar con tecnología convencional.

La nave ecológica tiene capacidad para recibir a 2000 pasajeros y va a ser entregada en el año 2020. Será la primera vez que las tecnologías de generación y aprovechamiento de energía más avanzadas se incorporarán a una nave de gran tamaño y no a barcos experimentales. Y eso significa mucho, porque Ecoship tiene la intención de establecer un modelo sostenible en una industria que causa graves daños al medio ambiente.

LA BANDERA DEL CAMBIO
La industria marítima es una de las principales contribuyentes de las emisiones de gases del efecto invernadero. El transporte de pasajeros representa un porcentaje mínimo en ese sector, que tiene en la navegación comercial su villano principal. Aun así, un buque turístico modelo sigue siendo una bandera llamativa, que contribuye a la agenda de soluciones, aumenta la concientización y sirve de norte para el cambio de un modelo contaminador por uno ecoeficiente en todo el segmento industrial.

Trabajar con el desarrollo sostenible es una misión de Peace Boat desde que surgió, hace más de tres décadas. Es que la ONG fleta grandes embarcaciones para realizar viajes educativos sobre temas como,  derechos humanos, promoción de la paz y defensa del medio ambiente. En el 2008, el cofundador y director de la institución, Yoshioka Tatsuya, fue nominado al Premio Nobel de la Paz por las iniciativas que lidera a favor de la paz y la sostenibilidad.

Hasta la fecha, ya se hicieron más de 30 viajes regionales y 60 cruceros mundiales que ofrecieron a los participantes experiencias humanitarias con los residentes locales donde atracó el crucero. Como la realizada en las comunidades de Kenia, en África, para combatir la degradación de la tierra, la desertificación y la pérdida de biodiversidad.

Una de las acciones más conmovedoras es el proyecto Hibakusha, nombre dado a los sobrevivientes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, en Japón, en 1945. Son invitados por el Peace Boat para unirse al equipo de cruceros y dar testimonio, llamando la atención sobre las catastróficas consecuencias del uso de armas nucleares.

Uno de los oradores, Nobuo Miyake, contó durante un viaje organizado por la ONG, que estaba a 2 kilómetros del hipocentro de la explosión de la bomba en Hiroshima y vio personas que gemían de dolor y, en sus palabras, no parecían seres humanos, ya que que tenían la piel descamada o completamente quemada.

Sobre un fondo azul, un señor japonés, aparentando casi 80 años, sosteniendo un micrófono. Parece estar haciendo un discurso y solo podemos verlo desde el pecho hacia arriba y de perfil.

Nobuo Miyake, uno de los oradores a bordo de un crucero organizado por Peace Boat, tenía 16 años cuando Hiroshima y Nagasaki fueron destruidas por la bomba atómica. Hoy en día, brinda su testimonio en nombre de la paz (Difusión/Peace Boat)

Para ayudar con tantos proyectos, Peace Boat cuenta con el apoyo de 70 miembros. Casi todos se han unido a la organización después de hacer un viaje como voluntario u orador. «Mi trabajo consiste en traducir el testimonio de los sobrevivientes de la bomba atómica al público de los países latinoamericanos», dice el mexicano Minoro Alejandro Gutiérrez, de 32 años, que es traductor voluntario de español y japonés en Peace Boat. «Soy un puente de comunicación entre las personas y me siento feliz por ello».