Producir moda de manera sostenible en Brasil todavía es un reto, principalmente debido al alto costo de las materias primas. Pero esto no ha sido un obstáculo para algunas marcas jóvenes que ya llevan en su ADN la preocupación por soluciones a los problemas sociales y ambientales en el país. Es el caso de Movin, de Río de Janeiro e Insecta Shoes, de Porto Alegre, ambos miembros de Sistema B desde 2016, certificación que reconoce las buenas prácticas y los impactos positivos de sus modelos de negocio.

Antes de siquiera crear Movin, a finales de 2011, Pedro Ruffier ya tenía en mente que la marca debería repensar conceptos de producto y aplicar un diseño que redujese los impactos negativos en la sociedad y el medio ambiente. «Los materiales utilizados en la producción de ropa están certificados y los procesos siguen criterios de sostenibilidad y de responsabilidad social», dice el empresario, que fue en busca de referencias fuera del universo de la moda para adaptarlas a su modelo de negocio. Investigando soluciones aplicadas en la industria automotriz fue donde encontró el prototipado 3D, que evita los costos de producción de muestras físicas, reduciendo así el desperdicio de materiales textiles.

La industria de la moda suele desarrollar seis o siete piezas piloto de cada modelo hasta que se aprueba el producto final. «En Movin, toda la aprobación es hecha de forma digital», dice Pedro. La tecnología también permite a la empresa mapear el porcentaje de materia prima sobrante en el momento del corte, lo que ayuda a reducir el desperdicio a casi cero. Son 300 piezas al mes, vendidas en tiendas multimarcas y mediante e-commerce, en la página web de la marca.

Las prendas de Movin son fabricadas con materiales tales como poliéster reciclado, poliamida biodegradable, lino, bambú y algodón orgánico, cultivado sin uso de fertilizantes químicos y pesticidas que afectan el suelo, el agua y la biodiversidad local.

Las sobras de retazos continúan camino para ONGs asociadas y proyectos sociales. «Esta reutilización a través de la artesanía genera ingresos y empoderamiento comunitario», afirma Pedro. Otros desechos como papel de corte, se transforman en etiquetas de las prendas y artículos de papelería. Hasta la percha creada por Movin es de cartón. «Además de ser fino, ligero y fácil de llevar, este producto es reciclable y más resistente que los tradicionales, de plástico, que terminan yendo al vertedero cuando se  rompen», compara.

En la página web de la marca, cada producto tiene una ficha que incluye datos de los materiales utilizados, los certificados relacionados con, la cantidad de emisiones de carbono evitadas durante el proceso de producción, el lugar de origen de la materia prima y el precio. «No tenemos que esperar a que el consumidor nos reclame esa información, porque es responsabilidad de la compañía», dice Pedro. Para él, difundir los procesos, los costos y los proveedores lleva a que los clientes valoren más las piezas e incentiva a otras empresas a comprarles a estos productores, lo que genera beneficios en toda la cadena productiva.

La imagen muestra a una mujer negra, delgada, pelo corto, en la esquina derecha de la foto, que es toda en blanco y negro. Ella está mirando a la cámara, con el mentón un poco hacia arriba, y con la mano derecha apoyada sobre su hombro derecho. Ella lleva una camisa negra con una ancha raya horizontal blanca. Su cuerpo aparece solo de la cintura para arriba.

Las prendas de la marca Movin son hechas con materiales sostenibles, como algodón orgánico (Difusión/Movin)

DIÁLOGO ABIERTO
La transparencia en los negocios es también una preocupación de Insecta Shoes, marca de zapatos veganos (hecho sin ningún producto de origen animal), producida en Brasil a partir de ropa vintage y tejidos de botellas PET recicladas. Las suelas están fabricadas con caucho triturado proveniente del excedente de la industria del calzado.

Cada noviembre, la compañía promueve el Green Friday, un movimiento que va a contramano del Black Friday: en vez de dar descuentos, la marca difunde los costos que tiene para producir los calzados. «Creemos en el comercio justo, diálogo, respeto y transparencia para que todos ganen en esta relación», dice la socia fundadora de Insecta, Barbara Mattivy.

Creada en 2014 a partir de una inversión inicial de 6000 dólares, la marca ha ido creciendo sin capital extranjero. Con dos tiendas propias (una en São Paulo y otra en Porto Alegre) y puntos de venta en Brasil y en el exterior, en ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Toronto, Berlín y Barcelona, la empresa tuvo una facturación de 558.000 dólares el año pasado – para 2017, el  pronóstico es de 950.000 dólares.

Se ve la parte del tobillo y los pies de dos personas blancas, en un fondo de color marrón. Una de las personas está usando un zapato azul con cordones y la otra una bota de color lila con algunas flores blancas y pequeñas, estampadas en la parte superior de la bota, que cubre sólo la parte superior del tobillo.

Calzados Insecta Shoes hechos de tejidos descartados, que no usa materia prima de origen animal (Difusión/Insecta Shoes)

IMPACTO POSITIVO

El uso del algodón orgánico ayuda a reducir en 46% las emisiones de dióxido de carbono, un 70% de los sedimentos responsables de la acidificación del suelo y un 91% del consumo de agua para riego, según cifras publicadas por Movin. Ya el lino, otra materia prima utilizada en la fabricación de la ropa de la marca, requiere 20 veces menos agua que el algodón convencional para ser cultivado y no necesita fertilizantes químicos. El teñido de las piezas no necesita ningún tipo de química. Este proceso reduce las emisiones de carbono en 50%, en comparación con la industria convencional.

 

Insecta Shoes evitó, en dos años y medio de existencia, el desperdicio de 3000 piezas de ropa, 900 kilos de tejido y 2000 botellas PET para producir aproximadamente 15.000 pares de zapatos.