Es en el trabajo con tramas biodegradables y en el teñido con colorantes obtenidos de plantas y hierbas brasileras que la diseñadora Flavia Aranha, 33 años, viene descubriendo el hilo conductor de una nueva forma de hacer moda. «La innovación se produce a partir del conocimiento ancestral con las tecnologías contemporáneas», dice. Al frente de la marca que lleva su nombre, desarrolla una alta costura artesanal y socialmente responsable que abarca asociaciones con comunidades de diferentes regiones de Brasil e institutos de capacitación.

Certificada desde el 2016 por el Sistema B, movimiento que reconoce a las empresas que ven más allá de las ganancias y crean soluciones para mejorar la sociedad y el medio ambiente, el modelo de negocio es el resultado de muchas investigaciones en el campo. Nacida en Campinas, interior de São Paulo, Flavia se mudó a la capital paulista a los 17 años, para estudiar moda. En aquel momento, la diseñadora ya tenía interés en el artesanado y había hecho trabajos con grupos de mujeres artesanas. Después de graduada en la universidad, el trabajo en una empresa de renombre le trajo las tareas habituales: presión para ahorrar costos, incremento de ventas, manejo de personal.

En 2007, Flavia viajó a China con la misión de rediseñar la cadena de suministro de la marca y entender mejor cómo funcionaba la industria de la moda convencional. «Eso me movió», cuenta, que sintió que estaba viendo el documental The True Cost, sobre el verdadero costo de una camiseta vendida en 5 dólares y el impacto del consumo excesivo en la vida de las personas y del planeta. «Sentí que estaba totalmente desconectada de quien era, de mi esencia, de mis valores». Dos años más tarde, la diseñadora puso su propia marca, en Vila Madalena, zona oeste de São Paulo.

La idea era rescatar los valores de la infancia y buscar un proceso más humano. «Quería seguir trabajando con la moda y tener una identidad propia», afirma. La construcción del modelo de negocio comenzó con un viaje a la región agreste, para entender la vida y el trabajo de las mujeres que viven allí. «En la ropa, el principio de todo es la tierra donde se siembra el algodón, las tintas para teñir».

Cada viaje influye en el diseño de una colección y también en la manera de crear nuevos productos y soluciones. Durante una temporada de vacaciones en Alter do Chão (interior del estado de Pará, norte de Brasil), Flavia visitó la comunidad de Urucureá, que trabaja con paja de cumare y teñido natural y aprendió de una artesana a teñir con carayurú, una planta y genipa, un fruto.

La marca reúne en su ecosistema de 20 a 30 grupos de artesanos. Muchos de ellos provienen de redes ya afianzadas, tales como ArteSol, que beneficia principalmente a trabajadores de bajos ingresos que conservan conocimientos tradicionales transmitidos entre generaciones. Un ejemplo es Cooperativa Regional de Artesãs Fibras do Sertão (Cooperafis) de Bahía, que se dedica al caroá, planta que proporciona fibras utilizadas en las bolsas y sombreros de Flavia Aranha.

La foto fue sacada de arriba y muestra a una mujer blanca con pelo morocho atado y con flequillo, sosteniendo un pedazo de tela rosado que está dentro de una cacerola de aluminio alta. Alrededor, varios árboles y follaje. En la parte inferior de la imagen, aparece parte de la mesa donde está ocurriendo este teñido, con otros tipos de telas teñidas en color rosado, naranja y rojo y un vaso de agua.

La diseñadora tiñe una tela con colorante de aserrín de palo brasil en el jardín de su atelier, en São Paulo (Zé Gabriel/ Believe.Earth)

Palo brasil, utilizado en el teñido de telas, que pueden tener un tono rojizo de mayor o menor intensidad, viene del aserrín que antes era descartado en una fábrica de arcos para violines en Espíritu Santo. «La basura es materia prima importante para nosotros», dice Flavia. «Antes, estaba en un sector en el que era posible hacer el tono de rojo que quería, pero, ¿a qué costo?».

El viaje a la ciudad de Aracruz (en el interior del estado de Espírito Santo, en el litoral brasilero) en busca de palo brasil valió la producción de uno de los videos que muestran cómo se hacen las prendas de la marca. Cada pieza viene con un QR Code en la etiqueta que proporciona el acceso a las películas, pero es posible verlos en el canal de la marca en YouTube.

MATERIAS PRIMAS SOSTENIBLES
Recientemente, Flavia hizo un acuerdo con el Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial (Senai) para desarrollar una forma de fabricar extractos a partir de las plantas en bruto y a escala industrial ahorrando agua y energía. También investiga nuevos materiales como látex natural, alternativa al cuero animal producido en la Amazonia, para hacer zapatos, bolsos, fundas y paraguas.

El reto para los próximos años es afrontar el crecimiento de la empresa sin perder la esencia que la trajo hasta aquí. El plan es crear una nueva línea con el trabajo de teñido natural a escala industrial. «Con eso, el costo de las piezas se reducirá, porque podemos teñir una cantidad más grande de tejidos con menos gasto de tiempo, plantas, agua y energía», dice Flavia. «El objetivo es tener productos más asequibles para atraer a otros tipos de clientes, que quieren una ropa más ética, pero que quizás hoy no pueden pagar el costo».

La marca ahora recibe inversión de un acelerador de negocios sociales. Y Flavia ha compartido lo que sabe con otros empresarios del sector en talleres sobre teñido natural. «Hemos decidido resignificar el lucro, entendiendo lo importante que es cuando va hacia algo con impacto positivo, y adoptar un modelo mixto que no cumple con esta lógica de reducir precio para aumentar las ventas», dice la diseñadora. «Salvar el mundo, no lo salvaremos, pero estamos actuando para que en 15 años, los problemas sean otros».