En el techo, chapas capturan la energía del sol. En una esquina, funciona el biodigestor, que convierte residuos orgánicos en gas de cocina. Desde allí salen tubos de PVC con verduras y hierbas alimentadas por el lixiviado generado por el proceso de biodigestión. En una mesa llena de herramientas hay un artilugio con cables y conectores- un sistema portátil de almacenamiento  de energía fotovoltaica, capaz de transformar la luz solar en electricidad. Todo ello en un espacio improvisado con poco más de 12 metros cuadrados, una mezcla de laboratorio futurista con patio trasero. Todo esto en Jardim Ângela, uno de los barrios más populosos de São Paulo, donde la familia Miranda de Moura comenzó a desarrollar sistemas para transformar las viviendas de la región en casas autosustentables.

«Queremos mostrar que todo el mundo tiene la capacidad para desarrollar un proyecto que funcione y sea sostenible», dice el músico e «inventor» Fabio Miranda de Moura, 39 años. «Al igual que yo, que sólo terminé tercero de secundaria y nunca fui a la universidad, cualquiera lo logra». Apodado como Giro Sintornillos por los amigos, en referencia al gallo inventor, personaje del cómic de Disney, Fabio pasa la mayor parte de su tiempo en este espacio, donde también hay cursos gratuitos de energías renovables.

La imagen muestra en plano abierto un muro grande de ladrillo a la vista, donde dos hombres delgados, vistiendo pantalones vaqueros y camiseta están instalando una placa fotovoltaica pequeña (menos de 1 metro cuadrado). Sostienen el tubo de la placa y están de espaldas a la imagen.

Instalación de placa fotovoltaica en una casa en São Paulo, una actividad que forma parte del curso de formación en energías renovables del Instituto Favela da Paz (Junior Sá/Believe.Earth)

En los últimos cinco meses, él y sus estudiantes han implementado sistemas de biodigestión y energía solar en otras siete viviendas y espacios públicos en la región. En un lugar con poca infraestructura, hacer de la periferia un lugar cada vez más verde y autosuficiente no sólo es una opción, sino una necesidad. «Nuestra idea es crear multiplicadores locales y construir más sistemas en otras casas de manera colaborativa», afirma Fabio, que en los últimos meses ha participado en 15 conferencias en escuelas públicas llevando conocimiento a más de 5000 jóvenes. En 2018, pretende dar talleres de energías renovables para niños y adolescentes, con la ayuda de los exalumnos que han pasado por su curso de formación, que dura 10 meses y es ofrecido de forma gratuita por Instituto Favela da Paz (Instituto Favela de la Paz).

Desde 2010, la ONG lleva a cabo acciones educativas para promover el emprendedurismo social, la sostenibilidad y la cultura de colaboración en la periferia. «Para nosotros, ser sostenible es cuidar del medio ambiente y también de nuestras relaciones – no se puede separar», dice Fabio. El proyecto recibió el nombre de Periferia Sostenible. «Aquí en la favela tenemos muy poco, por lo que dependemos de la ayuda de un amigo o un vecino para arreglarnos», dice Claudio Miranda de Moura, 40 años, hermano de Fabio y fundador del instituto. «Por eso creo que el futuro será colectivo. Es la única manera de cuidar uno del otro».

Vista de un barrio lleno de casas muy sencillas, de ladrillo y hormigón, muy juntas una a la otra.

Vista de Jardim Ângela, en São Paulo. Con más de 295.000 habitantes, fue considerado el barrio más violento del mundo en 1996. Hoy en día, está entre los cinco más violentos de la ciudad (Raphael Poesia/Believe.Earth)

La idea de crear Favela da Paz surgió después de que Claudio vivió cuatro meses en Tamera, una de las más importantes ecovillas en Europa. El viaje ocurrió en 2009, invitado por un amigo. «Cuando volví, le dije a Fabio: ‘ellos están inventando algunas cosas, unas placas donde el sol pega y crea energía. ¡Tenemos que hacerlo aquí! ¡Vete de tu trabajo y hagámoslo!», recuerda Claudio. Un año más tarde, Fabio fue a Tamera gracias a los ahorros que tenía y el apoyo de los residentes de la ecovilla.

Quien también se embarcó en este viaje fue Elem Fernandes de 31 años, esposa de Claudio. Unió lo aprendido en Europa y el gusto por la cocina para crear el proyecto Vegearte, que promueve la gastronomía vegetariana en el barrio, lleva a cabo charlas y talleres sobre el consumo de alimentos saludables y el uso del biogás. «Las favelas ya tienen la cultura del compartir», dice. «Queremos fortalecer esa esencia y la importancia de cocinar con lo que tenemos a mano».

La ONG mantiene un estudio de grabación para músicos independientes, donde también levanta la bandera de la sostenibilidad: cajas de huevo se convirtieron en aislamiento acústico, guitarras y tambores desechados se transformaron en lámparas y el sistema de ventilación fue planificado para enfriar el ambiente sin necesitad de usar aire acondicionado. De hecho, fue en este estudio que comenzó la historia de Favela da Paz.

UN REFUGIO EN LA MÚSICA
Fue la música la que animó a los hermanos a desarrollar proyectos sociales en el barrio. En 1989,  crearon el grupo Poesia do Samba y comenzaron a dar clases a más de 300 jóvenes de la región. Si faltaban instrumentos, utilizaban baldes y metales reciclados para completar la armonía. Años más tarde, la banda cambió su nombre a Poesia Samba-Soul y los frecuentes shows generaron ingresos para los artistas e incentivo para la producción de otros conjuntos locales – hoy, el estudio recibe, en promedio, 100 músicos por mes.

La música era también una manera de llevar el mensaje de paz a una región que cargaba con el estigma de la violencia. En 1996, Jardim Ângela fue considerado el barrio más peligroso del mundo por las Naciones Unidas, superando índices de países tomados por la guerra civil. «No había trabajo, no había comercio local, no había ningún proyecto social», recuerda Claudio. «Fue una pobreza miserable, una campo de guerra. Siempre veías tres, cuatro personas muertas en la calle».

Aun viviendo con esta realidad, la familia Miranda de Moura nunca quiso salir de allí. Fue en el  barrio que José Gerson de Moura, padre de Claudio y Fabio, encontró un lugar para vivir cuando vino de Sergipe, en la década de 1970, huyendo de las grandes sequías que devastaban el nordeste. São Paulo vivía el crecimiento poblacional más grande de la historia y sólo en aquel momento recibió más de 2,5 millones de inmigrantes. El desordenado crecimiento empujó a la mayoría de las personas a la periferia. «Mi papá siempre dijo que seamos lo que quisiéramos ser, y no lo que la sociedad quería que fuésemos», dice Claudio.

A la izquierda, un hombre moreno, pelo negro y barba perilla, sosteniendo una guitarra y mirando a la izquierda. Al lado, una mujer blanca de cabello castaño, atado con un pañuelo, vistiendo pantalones vaqueros, camiseta negra y está mirando para abajo tocando el bajo. Atrás, dos otros músicos de la banda tocando algún tipo de percusión. Todos parecen estar en un escenario.

Claudio (izquierda), Elem Fernandes y Fabio Miranda, fundadores de la banda Poesia Samba-Soul y de Favela da Paz, durante Samba na 2, show gratuito con músicos locales enfrente a la ONG (Vera Plasencia Duhm/Difusión)

MIRANDO HACIA ADELANTE
Hoy en día, Favela da Paz cuenta con empleados y asociados en los continentes americano, europeo y asiático, incluyendo empresas, organizaciones, escuelas y ecovillas. En São Paulo, el instituto desarrolla diez iniciativas relacionadas con innovación, arte, cultura y sostenibilidad que impactan en 25.000 personas por año.

En 2018, la ONG dará un paso más: migrar de la casa de sus fundadores a un edificio con sistema de almacenamiento de agua de lluvia, energía solar, techos verdes, huerta orgánica y el primer restaurante vegetariano del barrio. El objetivo es crear la primera sede social totalmente autosostenible del país, con la certificación LEED. El mensaje, en inglés, significa Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental (Leadership in Energy and Environmental Design) y es otorgada por la ONG estadounidense U.S. Green Building Council, una referencia en el reconocimiento de construcciones sostenibles.

El proyecto está en proceso de recaudación de fondos y costará más de 900.000 dólares. Pero ya hay 15 profesionales de ingeniería y arquitectura involucrados voluntariamente en la iniciativa. La nueva ubicación tendrá estructura para conferencias, talleres, cursos de emprendimiento social, laboratorio para el desarrollo de energías renovables, estudio de grabación y un espacio para danza, teatro, música y recreación para niños y jóvenes. Fabio explica que es imposible desconectar lo social de lo sostenible. «La sostenibilidad está de moda, pero es una realidad», dice. «Tengo un hijo 8 años y trabajo en esta causa porque quiero construir un mundo sano para él y para esta generación que viene».

Los videos e imágenes que ilustran este artículo fueron producidos por Ake Filmes, una productora formada por jóvenes de la región a partir de un proyecto de cine que surgió en el Instituto Favela da Paz.