Sábado de sol en Montevideo. Más de 2000 personas marchan por la Avenida 18 de Julio, una de los principales de la capital de Uruguay, por el final de la violencia contra las mujeres. Es el último día del 14ª Encuentro de Feministas de América Latina y del Caribe (Eflac), que reúne a participantes de todo el continente para discutir propuestas para la transformación de las relaciones de género. Entre ellas está Lilián Celiberti, 68 años, una de las organizadoras de la edición, celebrada en noviembre.

Uruguaya, Lilián fue activista estudiantil en la década de 1970 y enfrentó a la dictadura militar en su país y en Brasil. En 1978, a los 22 años, fue detenida junto a su compañero y sus dos hijos en Porto Alegre, en el episodio conocido como «el secuestro de los uruguayos». Al tiempo, fue divulgado por la prensa, revelando las caras de la Operación Cóndor, una acción conjunta de las dictaduras latinoamericanas para reprimir a opositores.

Lilián vivió en la clandestinidad, perdió amigos por la intolerancia del estado, pero mantuvo firme la perspectiva transformadora. «No creo en la heroicidad», dice, cuestionada sobre qué puede representar la trayectoria de mujeres que enfrentaron los años de plomo. «Creo que en las construcciones colectivas”. Para ella, cada generación, en su momento histórico, encuentra formas de resistencia. «Hay algo en las humanas y humanos de aspiración a la libertad que es más fuerte que el autoritarismo», afirma. «En algún momento, aparecen los caminos para resistir».

MOVIMIENTOS POR LA IGUALDAD
Más de tres décadas han pasado y Lilián sigue buscando alternativas para un mundo más justo. Integra el Centro de Comunicación Virginia Woolf y el colectivo Cotidiano Mujer creado en 1985, que conserva la memoria del movimiento feminista uruguayo y desarrolla acciones para superar la desigualdad de género en América Latina, como el actuar en defensa de las trabajadoras domésticas y la realización de cursos para las mujeres privadas de libertad.

Plano cerrado de la cara de una mujer blanca, con pocas arrugas en la cara, pelo canoso y corto, usando un pequeño pendiente de metal y un pañuelo lila con flores blancas estampadas atado al cuello. Tiene los labios entreabiertos y está mirando al horizonte.

Lilián es parte del colectivo feminista Cotidiano Mujer, que trabaja para superar la desigualdad de género en América Latina (Clarissa Peixoto/Believe.Earth)

La realidad uruguaya permitió dar un paso adelante en una agenda común para el movimiento feminista mundial: en 2012, el país reguló la práctica de la interrupción del embarazo hasta la semana 12 de gestación. Lilián era parte de la campaña iniciada en 1989 por Cotidiano Mujer para la aprobación de la ley. «Fue un tema tabú y hemos sido muy cuestionadas», cuenta. «Pero, cuando un tema se instala en el espacio público, genera debate, argumentación y convencimiento. Y eso fue creciendo.»Para ella, hay antecedentes significativos en la constitución de Uruguay que contribuyeron al cambio, como el concepto de Estado laico y el pensamiento a favor de las libertades individuales. «La interrupción de un embarazo es el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos y eso establece el grado de autonomía de una sociedad», dice. «Si no puedo decidir sobre mi cuerpo, ¿qué es lo puedo decidir?

EL CAMINO DE LA DIVERSIDAD
No hay un solo feminismo, cree Lilián. El movimiento en defensa de los derechos de las mujeres es cada vez más complejo y viene abarcando otras causas, como las batallas contra el racismo, el modelo que valora la heterosexualidad y la cultura que no tiene en cuenta otras formas de sabiduría que no sean las del conocimiento dominante. «Las jóvenes de hoy llegan al feminismo con todos los argumentos que están en el aire, en el diálogo cotidiano, que nosotros no teníamos», afirma.

Una mujer blanca, de pelo canoso y corto, con gafas, vistiendo una camisa blanca y pantalón negro está hablando al micrófono, en un escenario. En el fondo, un gran panel donde está escrito "14º Encuentro Feminista Montevideo - Diversas pero no Dispersas"

Lilián en la apertura del 14º Eflac: no hay sociedad sin el trabajo de las mujeres (Julia Kubrusly/Difusión Eflac)

Hace más de un año, Lilián organiza un pequeño grupo que desarrolla el pensamiento ecofeminista, que tiene como una de sus principales banderas el derecho humano al agua. «Hacemos un vínculo entre ecología y feminismo desde un concepto de sostenibilidad de la vida», define. «La perspectiva feminista tiende a mostrar que el mundo existe porque está sustentado por el mundo privado, por el trabajo de las mujeres, porque no existe sociedad sin la preservación de la vida».

El único camino posible, dice, es fortalecer los lazos comunitarios que permiten generar solidaridad, establecer otros vínculos humanos. Para eso, se necesita romper barreras y cuestionar las formas de poder que hoy dictan las reglas.