Brillan los ojos del urbanista Ricardo Corrêa, 39 años, cuando se trata de bicicletas. Para el gaúcho (término usado para denominar a las personas nacidas en el sur de Brasil) de habla apresurada y ganas de transformar el paisaje de la movilidad urbana nacional, la bici es una extensión de su propio cuerpo. «Pedalear baja la ansiedad y te trae un momento de reflexión», dice. «Es un momento que tienes contigo mismo».

La relación casi afectiva con este medio de transporte se presentó en la infancia, cuando prefería usar la flaca para ir a la escuela en vez de acompañar a los hermanos a pie y así poder dormir unos minutos más. La bicicleta también fue la elegida para llevar a Ricardo y su esposa y socia, Juliana Campos en la salida de la iglesia, con derecho a pintura especial y latitas colgando en la parte de atrás.

En 2004, cuando recién se formó en arquitectura y estaba insatisfecho con el trabajo, sin saber lo que deseaba para el futuro, Ricardo decidió que viajaría por el mundo en bicicleta durante 5 años. Pero alcanzaron un poco más de 1000 kilómetros de la primera etapa, en el transcurso de 11 días entre las ciudades de São Paulo y Porto Alegre, para darse cuenta que los espacios urbanos son un reflejo de las personas y además tener la idea de fundar una compañía para desarrollar proyectos de impacto social y ambiental. Tres años más tarde, nacía TC Urbes – Transformação Cultural Urbana (Transformación Cultural Urbana).

En 2012, TC Urbes amplió su objetivo con Urbana, que hace bicicletas artesanales diseñadas especialmente para las ciudades brasileras. La motivación provino de un modelo alemán que Ricardo trajo de un viaje y que se rompió después de sólo andar seis meses en Sao Paulo. Después de diez prototipos, el empresario llegó a la bicicleta que aguantaría los tumbos y empezó venderla a amigos y conocidos que llegaban a través de ellos antes del lanzamiento de la marca.

Hoy en día, TC Urbes factura 455 mil dólares, tiene ocho empleados y está clasificada como Empresa B, certificación que reconoce a las firmas que combinan lucros con la solución de problemas sociales y ambientales. Para la siguiente entrevista, Ricardo nos recibió en la sede de la empresa, en São Paulo, después de un paseo en bicicleta que comenzó en la ciclovía de la Avenida Faria Lima (una de las principales arterias de São Paulo), diseñada por su equipo.

La foto muestra al mismo hombre de la foto de tapa, vistiendo pantalones jeans, camisa celeste, blazer gris oscuro y zapatos casuales color púrpura, sentado en el murito de un cantero de plantas en una avenida con movimiento. Delante suyo, una bicicleta violeta de la marca Urbana.

Ricardo con una bicicleta Urbana: modelo artesanal desarrollado para aguantar los tumbos en las ciudades brasileras (F.Pepe Guimarães/Believe.Earth)

Believe.Earth (BE) – ¿Qué es lo que mueve a TC Urbes?
Ricardo Corrêa (RC) –
Somos una Empresa B. La letra B es de beneficio, para la ciudad, para la sociedad y para los que trabajan con nosotros. Toda la cadena productiva de la oficina se certifica: la empresa, el producto y lo que proporcionará el producto. Nuestra misión principal es transformar el espacio urbano en un lugar más justo y equitativo y hacer que las personas tengan acceso a la ciudad.

BE – ¿Han necesitado hacer muchas adaptaciones para obtener la certificación?
RC –
No hicimos ninguna adaptación. Somos naturalmente una empresa B. Sólo mejoramos los procesos, aumentamos bastante nuestra puntuación en el sello; acabamos de renovar la certificación. Antes de conocer sobre la certificación, me molestaba un poco la connotación negativa del término empresario, de servir al capital y no a la gente. Luego me enteré de Empresa B por un amigo argentino cuando ni se hablaba de eso en Brasil y comenzamos a ser certificados antes de que incluso hubiera una oficina en el país.

BE – ¿Qué proyectos de la empresa destacarías?
RC –
Rio Branco en Acre, es una ciudad bien «ciclista» y el actual prefecto ha puesto mucha importancia en el transporte público. Para ello diseñamos terminales, proyectamos una operación del sistema de transporte. Antes, si estaban en el lado oeste y quería ir al norte, tenía necesariamente que pasar por el centro. Ahora, las cinco terminales se repartieron por la ciudad y se puede ir directamente de una zona a otra y de allí tomar un minibus o utilizar una bicicleta. Rio Branco fue la primera ciudad en el mundo en implementar un proyecto cicloviario antes del caos de tráfico, por una cuestión social. Además de las bicicletas públicas en Rio Branco, destacaría la ciclovía de la avenida Faria Lima en São Paulo y el proyecto cicloviario de USP [Universidad de São Paulo], la ciclovía de Fortaleza, una súper referencia nacional por el Ministerio de la Ciudadesmo y la planificación cicloviaria de Brasilia y Salvador.

La foto muestra al mismo hombre de la foto de tapa, vistiendo pantalones jeans, camisa celeste, blazer gris oscuro y zapatos casuales color púrpura, parado, de espaldas, subido a la bicicleta, esperando que cambie el semáforo de la ciclovía, que está enfrente suyo. A su alrededor, avenidas con movimiento de coches y peatones.

Ricardo en el trayecto de su casa al trabajo, en São Paulo: mirada técnica para entender qué intuye la población sobre la ciudad (F. Pepe Guimarães/Believe.Earth)

BE – ¿Qué es importante tener en cuenta en el momento de la creación de soluciones de movilidad?
RC – Tenemos un trabajo que considero técnico y heurístico, que es una percepción más intuitiva de cómo resolver un problema. Estando en la ciudad, hago un primer diagnóstico a partir de mis sensaciones. Después, comenzamos un análisis secundario con la información de la prefectura de la ciudad y con lo que la gente capta. Hacemos lo que llamamos mapas afectivos, consultando a las personas. Dibujan en los mapas por qué les gusta una calle y no otra- y nos damos cuenta de que, a veces, una calle que nadie da importancia es la preferida de muchas personas. ¿Por qué? Con mirada técnica, tratamos de comprender lo que sienten las personas: si es la arborización del lugar, si es la ausencia de cableado, si es la vereda. Por lo tanto, nuestra metodología mira primero a las personas y su relación con la ciudad. Y cada ciudad tiene características, connotaciones sociales y regionales, totalmente diferentes.

BE – ¿Vale la pena buscar inspiración en otros países?
RC –
El mundo está cada vez más igual y creo que debería volverse diferente. Lo que es cómodo para mí, no lo es para un europeo. Por ejemplo, ¿por qué la ciclovía es roja en los países del norte de Europa? Porque esa pintura de goma en la nieve, aumenta el frenado de la bicicleta y favorece la refracción del hielo. Es decir, a través del hielo se puede ver el rojo. Aquí, el pigmento de ese color tapa los poros del asfalto y perjudica el frenado. Debe ser de un color diferente. Copiamos mal. Es necesario entender qué condujo al tomador de decisiones  europeo a tomar esa opción y comprender si es nuestra realidad, en lugar de simplemente seguir el modelo. Debemos utilizar nuestra creatividad a nuestro favor. Cuando ofrecemos una solución, muchas veces la autoridad pública nos cuestiona: «¿Pero eso existe en Europa?». No, no existe en ningún lugar y es por eso que va a funcionar aquí. Mostramos que tendrá un impacto positivo, salvar vidas, traer un beneficio a la ciudad, pero mientras eso no fue implantado en otros lugares, es muy difícil realizar aquí. Las bicicletas corporativas que desarrollamos para Río Branco sólo ganaron más notoriedad cuando fueron creadas en China.

BE – ¿Crees que esa es la principal barrera para las iniciativas?
RC –
Uno de los principales obstáculos es lidiar con la falta de crédito a la inventiva brasilera. No sirve de nada buscar en otro continente, porque no vamos a encontrar. Creo que gran parte de la solución está en nosotros, aquí en Brasil.