El cuidado y el respeto por el ser vivo marcan la vida de la médica y activista Regina Nogueira, 56 años, también conocida como Kota Mulanji. Ella es parte del Movimiento Nacional pelos Povos Bantu (Movimiento Nacional por los Pueblos Bantu), compuesto por comunidades y núcleos de resistencia de esta cultura en el país. Kota tiene designado un grado en la jerarquía de la organización y una función política. Mulanji significa “combatiente”. El nombre refuerza la identidad de la pediatra, que es también emprendedora social y referencia en la salud de la población negra.

Regina es una de las responsables de la creación de la Cooperativa dos Povos Tradicionais de Matriz Africana (Cooperativa de los Pueblos Tradicionales de Matriz Africana), con sede en Porto Alegre, en el sur de Brasil, del Banco Grão (Banco Grano), el primer banco comunitario digital de los pueblos tradicionales en Brasil, ambos creados por el Fórum Nacional de Segurança Alimentar e Nutricional dos Povos Tradicionais de Matriz Africana (Foro Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional de los Pueblos Tradicionales de Matriz Africana), presidido por Regina. La cooperativa reúne a emprendedores de los pueblos tradicionales de matriz africana para desarrollar la producción y el consumo, promoviendo la economía de este colectivo.

Con residencia en Pelotas, la gaúcha (nombre que se le da a los brasileros nacidos en Rio Grande do Sul) trabaja como médico de guardia en dos hospitales de São Paulo durante parte del mes. En medicina desde hace 33 años, ella es una referencia en salud pública, especialmente en atención a la población negra, con una trayectoria marcada por la actuación política. Regina integró la oficina de la Coordinadora de la Mujer en el Gobierno del estado de Rio Grande do Sul y, en el año 2000, asumió como coordinadora, período en el cual el estado fue el primero en incluir el examen de la prueba de anemia falciforme, una enfermedad que afecta principalmente a la población negra.

En la actualidad, realiza un doctorado en biomedicina en Argentina, en el que estudia los instrumentos de evaluación de la política de salud de la población negra en Brasil, con énfasis en Rio Grande do Sul. La inspiración para la multiplicidad de quehaceres está en la raíz familiar, repleta de ejemplos femeninos que, según Regina, marcan su identidad. “Mi abuela paterna, mi madre, mis tías, todas son un poco de lo que yo soy”, dice la médica, madre de dos mujeres. Descubre más sobre ella, en esta entrevista concedida a Believe.Earth.

Una mujer negra, cabello largo trenzado, usando lentes con armazón rojo, está con los ojos cerrados y sosteniendo un collar de cuentas amarillas y besándolo.

Regina con una collar de cuentas, considerado como objeto sagrado y un instrumento de conexión con la naturaleza (Zé Gabriel/Believe.Earth)

Believe.Earth (BE) – ¿Cómo surgió el interés en dedicarse al área de la salud?
Regina Nogueira (RN) – Siempre, cuando me hacen esta pregunta, me veo en aprietos. Desde que tengo recuerdos, que quería ser médica. Todas las mujeres de mi familia eran cuidadoras. En la ciudad de Pelotas, el 90% de las mujeres negras eran empleadas domésticas. En mi familia, solo una tía era maestra. Yo soy pésima en la limpieza de la casa. Entonces, pensé: tengo que ser algo que se valore más y en ese momento nada era más valorado que la medicina. No es muy romántico, pero así fue.

BE – ¿Cómo fue entrar en la facultad de medicina? ¿Hubo incentivo familiar?
RN – Fueron dos exámenes de admisión preuniversitarios. Entré en el segundo con mucho apoyo familiar. Todos soñaban con la hija y la hermana más chica, graduada en medicina. Mi hermano pidió licencia los días del examen de ingreso, para llevarme. Mi padre, el primer día de clase, fue hasta el campus en la UFPEL [Universidad Federal de Pelotas]. Siempre estudié en escuela pública. En el grupo escolar Simões Lopes, tuve dos profesoras negras, Sra. Judith y Sra. Nizah. Recuerdo que hubo una fiesta el día en que salieron los resultados del examen de admisión. Mamá pintó las paredes sin revoque para esperar a los vecinos, a mi primera maestra y a mis amigos de la infancia que fueron a ver a una mujer negra en medicina.

BE – ¿Cómo es la experiencia con la cooperativa, el fondo solidario y el banco para promover la economía de los pueblos tradicionales de matriz africana?
RN – Constituimos en Rio Grande do Sul la primera experiencia de un sistema de desarrollo que tuviese en cuenta los principios básicos de matriz africana que son la oralidad, el respeto a los adultos mayores, la responsabilidad con los más jóvenes, la naturaleza como divinidad y la circularidad, en la que todos tienen voz y función aunque el más viejo sea el soberano. Dentro del sistema civil en que vivimos, la cooperativa era la que más se ajustaba a estos principios. Nuestra cooperativa está siendo concebida desde hace dos años y se formalizará en 2018. Pretende actuar en el consumo colectivo y en la recuperación de nuestra vocación productiva, reuniendo a quien está produciendo miel, aceite de palma, hierbas y otros productos. La lógica es abaratar el precio también. Empezamos con 30 fundadores, pero ya tenemos más de 100 miembros. Es una obra realizada por una mayoría de mujeres.

Ya el fondo nació antes de la cooperativa y sigue la lógica de la organización solidaria, como aprendimos con los clubes negros. El fondo solidario es para quien se declara perteneciente a los pueblos tradicionales de matriz africana. Es un ahorro colectivo en que cada uno deposita 20 reales por mes y, después de seis meses de contribución, puede solicitar crédito para acciones de consumo colectivo, de producción o que mantengan la tradición. Creamos también el banco y la moneda Grão. El banco digital utiliza la plataforma e-dinero y opera con la moneda digital social Grão. Hicimos un primer experimento en 2017, en el Foro de Resistencias, en Porto Alegre. Cada persona que se inscribía en el foro depositaba un grão [grano] y fue la moneda utilizada en las actividades allí. Ahora, estamos en busca de establecimientos que acepten la moneda. Ya tenemos alrededor de 500 cuentahabientes. Todo aún es muy nuevo.

BE- La cultura alimentaria de matriz africana tiene una concepción particular, dirigida a quien se dispone a «conversar con la parte divina de cada ser vivo». ¿De qué forma asimilaste estos principios a lo largo de la vida?
RN – Nací como Regina Barros Goulart, crecí así y el principio era mantener viva a la familia, la escuela de samba, el equipo de fútbol, la escuela en que estudié, el club social del cual participábamos – el principio era la raíz. Entonces, me casé y me convertí en Nogueira. En esta familia, aprendí que los cuidados no eran solo los de sangre: había un colectivo mayor, el pueblo, la ciudad, el estado, el país. Entonces conocí a Mametu Ndandalakata y a su pueblo [bantú] y me invitaron a reconocerme en él. Allí no había ningún conflicto con la raíz y con la colectividad y aprendí que mi “yo” tenía que ser alimentado para desarrollar acciones colectivas. Me convertí en Mulanji, la combatiente, y con la función de ser Kota. En esta tradición, yo no soy solo lo biológico ni lo colectivo – también soy mítica. Soy un cuerpo bio, mítico y colectivo. Y el cuerpo debe ser alimentado y cuidado.

Mujer negra, de pelo largo trenzado, usando un turbante estampado, gafas con armazón rojo, collar amarillo, vistiendo una túnica blanca. Está mirando a la cámara. El fondo está fuera de foco, y la imagen muestra del busto para arriba.

“Ahora es el momento de ser soberano sobre tu cuerpo, sobre tu economía, sobre tu alimentación”, dice Regina (Ze Gabriel/BelieveEarth)

BE – ¿Qué es lo que la cultura alimentaria de matriz africana nos puede enseñar?
RN – Es una cultura doméstica, ritualística, hecha para todos los seres vivos y por seres vivos que no sufren y no conducen al sufrimiento. Todos lo que es vivo debe ser alimentado. Alguien me dijo que lo que está muerto, cuando se alimenta, vive. Mira el pedazo de yeso: cuando recibe agua, plantas, aromas, vive. De la misma manera que el cuerpo muerto vive en el abono, en la flor, en el alimento. Así, esta cultura alimenta y se alimenta para mantener la vida. Creo que es la enseñanza principal.

BE – Eres activista social y miembro activo en el movimiento negro. ¿Cómo fue esta trayectoria?
RN – Esta historia se remonta a los años 80. Era una joven de 22 años, negra y médica, pero descubrí que no era igual a los colegas hombres y mujeres blancos. No entraba en todos los lugares en los que ellos entraban, no tenía parientes médicos que abriesen caminos en las etapas en las que se genera empleo y protección. Hice pediatría en el Hospital Ernesto Dornelles y fui directo a los barrios de Porto Alegre. Conocí la vida de quien se organizaba en sindicatos, partidos, movimientos. Descubrí el sistema capitalista, aprendí a identificar el racismo, el machismo y a admirar a las mujeres y a los hombres que me mostraron esa identidad. Era alguien que pensaba diferente, quería unir a más personas y entonces comenzó ese viaje sin retorno. Armé junto con la doctora Fátima de Oliveira, en 1986, el primer programa de atención a la anemia falciforme. Fui a Pekín en 1995, a la Conferencia Mundial de Mujeres que representando a las mujeres negras de Rio Grande do Sul, junto a otras compañeras. A partir de ese momento, inauguré con mi marido el Centro Pedagógico de Reterritorialização e Cidadania Negra (Centro Pedagógico de Reterritorialización y Ciudadanía Negra). Mi trayectoria fue a través de funciones en el gobierno y en la salud pública, pero fue en la tradición de matriz africana que encontré la respuesta para enfrentar al sistema y al racismo.

BE – ¿Cómo ves el movimiento negro brasilero hoy?
RN – Reproduciendo lo que fuimos a finales del siglo 18, porque la presión es la misma. Nos enfrentamos a una realidad en la que están matando a los hombres negros como a los que iban a constituir quilombos. Violentan a las mujeres negras. Incendian cualquier espacio de resistencia y los gobiernos están de acuerdo con eso. Pero estamos resistiendo con las armas de ahora. El sistema no da descanso. Cada victoria se transforma en lucro efectivo para los dueños del poder. Solía vender muñecas de paño negro. Ahora, grandes marcas pueden distribuir y venderlas más caras. Y es que no queremos fortalecer más el consumismo ni el sistema. Ahora es el momento de ser soberano sobre tu cuerpo, sobre tu economía, sobre tu alimentación. Es ahí donde tuvimos la mayor ganancia, que es resultado de los errores y aciertos del movimiento negro.

BE – ¿Crees que hubo un avance en la situación de las mujeres negras en Brasil?
RN – La propuesta evolucionista del sistema todavía mantiene el cautiverio social. Pero, si pienso desde esta lógica evolucionista, hubo avance, sí. Entramos a la universidad, nosotros constituimos actualmente una clase media, pero avanzamos individualmente y no colectivamente. Somos aún las más vulnerables a la violencia – no cambiamos la pirámide. Quien está abajo sigue sufriendo aún más con el peso. Lo que logramos fue tratar de mantenernos íntegras dentro de este sistema. Necesitamos un sistema circular y ascendente. No uno en la lógica de “subo y tiro a una”, pero, sí, en la de que te doy una mano y circulamos.

 

Este contenido es parte del especial Believe.Women, una serie de entrevistas realizadas por Believe.Earth en colaboración con la revista AzMina y el portal Catarinas. Believe.Women apoya y promueve el ODS 5, de Igualdad de Género, y el ODS 10, de Reducción de las Desigualdades.