Los corales son termómetros vivos de la salud del mar. Si la temperatura del agua sube por encima de los 28 grados Celsius o se pone turbia, empiezan a perder las microalgas que viven en simbiosis en su organismo. Las algas son responsables de la coloración y de la fotosíntesis, un proceso que alimenta a estos pequeños animales.

Cuando el calor anormal desaparece o el ambiente vuelve a ser cristalino, los corales toman de tres a cuatro semanas para recuperarse. Si, mientras tanto, otra ocurrencia adversa llega a los mares, las colonias, que ya son sensibles, se ponen blancas – señal de que perdieron la vida.

La muerte de los arrecifes de coral es causada principalmente por el calentamiento de las aguas y la turbiedad producida por la contaminación y el efecto invernadero. «Después de dos grandes eventos globales de blanqueamiento, en 2016 y 2017, la mitad de la Gran Barrera de Coral, en Australia, murió», afirma Monique Grol, una de las responsables del programa Coral Watch, programa de evaluación de la salud de los corales del mundo. La Gran Barrera es la colonia más grande del planeta y fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como patrimonio de la humanidad.

Diseñado por el biólogo marino Justin Marshall, Coral Watch es un proyecto sin fines de lucro presente en 80 países que mapea y protege corales y guía a miles de personas sobre la importancia de la unión para la preservación del ecosistema. Situado en la Universidad de Queensland, en la ciudad de Brisbane, la iniciativa monitorea más de 1.500 arrecifes – 57% de ellos localizados en Australia. «Si no empezamos a actuar hoy, no vamos a tener arrecifes de coral para mostrarles a nuestros hijos», afirma Justin, un optimista sobre el poder de compromiso colectivo en la construcción de un futuro mejor.

La foto muestra una mano, en el fondo del mar, sosteniendo la tabla de Coral Watch con una graduación de colores. En el fondo, un coral de color verde

Voluntario analiza una colonia: dependiendo del color de los corales, es posible identificar el tipo, la calidad de la salud y el riesgo de extinción (Difusión/CoralWatch)

GUARDIANES VOLUNTARIOS
Si la acción de los seres humanos es la mayor causante de problemas, nada mejor que hacer de ella un agente transformador. Coral Health Chart es una tabla desarrollada por el equipo de Coral Watch para democratizar la comprensión de los arrecifes de coral y animar a cualquier persona a monitorearlos, ya que no es necesario bucear para observar las colonias, porque muchas de ellas están en aguas poco profundas. En el material, que puede descargarse en la página web del proyecto, hay una graduación con los colores que indican un organismo sano y que muestra el nivel de estrés y de blanqueamiento sufrido por el sistema. Los datos recogidos se pueden insertar en un banco mundial de información sobre arrecifes de coral, utilizado por los científicos de varios países en investigaciones.

Coral Watch involucra a más de 3.500 voluntarios que ya analizaron 185.000 corales alrededor del mundo. Solo el año pasado, los datos recopilados por la red de monitores crecieron 25%. El número de participantes aumenta cada día. En varios países, el programa distribuye gratuitamente kits de seguimiento de la salud de los corales. «La gente quiere ayudar pero no sabe cómo», dice Monique. «Explico que, hacer el monitoreo y compartir la información e ideas con otros, ayuda en el avance de la investigación».

a foto muestra una pequeña "piscina", con varios corales de colores verdes (que se parecen a un arbusto, pero con filamentos cortos). Alrededor, un grupo de tres personas observando los corales

Uno de los embajadores del programa, Leroy Noble, explicando la metodología de Coral Watch durante exposición realizada en mayo de 2017 en la sede del proyecto (Difusión/Coral Watch)

«Aún recuerdo el sentimiento de admiración y emoción cuando buceé bajo las olas, en ese gran jardín submarino», dice Maria Bavins, una de las embajadoras y voluntarias de Coral Watch, recordando el momento en que se enamoró de los arrecifes durante una expedición del grupo.

A partir de esa experiencia, la ecologista marina y científica ambiental inglesa cambió Reino Unido por Australia para trabajar en la conservación y gestión del medio marino. «Las regiones coralinas siempre tocan la vida de quien descubre más acerca de ellas, porque son uno de los ecosistemas más ricos del planeta», afirma.

La Gran Barrera australiana es más que un santuario de corales, peces, moluscos y otras especies. La belleza del ecosistema atrae a una legión de admiradores y genera ingresos para el país. Entre 2015 y 2016, fueron inyectados 6400 millones de dólares en la economía y creados 64.000 empleos directos e indirectos, la mayoría vinculados al turismo, lo que representa el 85% de los ingresos locales. Los datos provienen de la encuesta realizada por Deloitte en colaboración con Great Barrier Reef Foundation (Fundación de la Gran Barrera de Arrecifes de Coral, en traducción libre).

«La barrera de corales todavía sirve como protección contra tormentas y huracanes, es la fuente para la producción de medicamentos derivados de algunas especies y tiene un inmenso significado cultural y educativo», dice María. Proteger los arrecifes de coral es preservar el pasado. Y cuidar el futuro.