Tanto en el suelo de tierra como en el de los gabinetes de los centros de poder, la realidad enfrentada por los pueblos indígenas ha sido motivo de reiteradas denuncias en Brasil e internacionalmente. La existencia de 305 etnias que hablan 274 lenguas diferentes, con múltiples cosmovisiones y modos de vida, es una de las mayores riquezas de Brasil, y, sin embargo, sigue siendo desconocida para la mayoría de nosotros, no indígenas.

A pesar de la gran diversidad existente, algo en común entre los pueblos originarios de Brasil es el hecho de que se reconocen como parte inherente de la naturaleza: “son naturaleza”. No hay separación. La Tierra es madre. Es sagrada. “Nosotros pertenecemos a ella. Ella no nos pertenece”, repiten como un mantra. Y, por eso, los diversos pueblos indígenas no tienen la intención ni la práctica de dominar la naturaleza. Al contrario, sienten que tienen la misión de protegerla, de mantenerla viva. Porque “si algo le sucede a la Tierra, le sucederá a los hijos de la Tierra”.

Por eso, se sitúan en primera línea en la protección de sus territorios sagrados y ancestrales, de los bosques, de los ríos y de los bienes naturales. Datos del último informe “Violencia contra los pueblos indígenas en Brasil”, publicado por el Consejo Indigenista Misionero (Conselho Indigenista Missionário – Cimi) en 2016, muestran que la mayoría de tierras indígenas siguen siendo objeto de apropiaciones, robo de madera y de minerales, invasiones, que han aumentado las amenazas, los conflictos y la violencia, la pérdida de biodiversidad, bien como el número de muertes en la infancia, suicidios y homicidios.

Uno de los casos más emblemáticos de la realidad actual de los indígenas en Brasil es el del pueblo Karipuna, que habita los bosques de la Amazonia hace siglos. Hoy en día, con una población de 58 personas, viven en la aldea Panorama, a 186 kilómetros de la ciudad de Porto Velho, en el área occidental de la región amazónica brasileña.

En la década de los setenta, tras un contacto traumático con la sociedad no indígena, estuvieron cerca de la extinción, quedando reducido el pueblo a tan solo cuatro supervivientes. A pesar de que la Tierra Indígena Karipuna ha sido homologada hace dos décadas, siguen amenazados. El caso es tan grave que el Ministerio Fiscal del estado de Rondonia considera que se trata de un genocidio.

El líder indígena Adriano Karipuna, de 32 años, ha ido a Nueva York al comienzo de esta semana para participar en el Foro Permanente de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para las Cuestiones Indígenas, y denunciar las amenazas y la situación de abandono que enfrenta su pueblo. “Nosotros protegemos la selva no sólo para los indígenas, sino para todo el mundo. Estamos cuidando este patrimonio. Es necesario que sean más responsables con nosotros, los indígenas”, reclama.

Los Karipuna simbolizan actualmente la oportunidad de contribuir a la lucha por derechos y un futuro mejor para los pueblos nativos. En una breve entrevista, Adriano deja claro que, a pesar de tantos desafíos, por lo que respecta a los Karipuna, el futuro será diferente.

Hombre indígena, 32 años, piel morena y ojos oscuros, con una toca (cocar) de plumas negras y blancas en la cabeza, está sentado en una mesa horizontal, en el pleno de la ONU, en el lado derecho de la imagen. Viste una chaqueta marrón con camisa blanca debajo. Está hablando y gesticulando con la mano derecha. A su lado, una mujer indígena con un tocado de plumas en la cabeza, que lleva un abrigo gris, está sentada y mirando hacia delante. Hacia el fondo, hay más personas sentadas, desenfocadas.

Adriano denuncia las amenazas a su pueblo en el Foro Permanente de la ONU para las Cuestiones Indígenas (Luiz Roberto Lima/Greenpeace)

Greenpeace (GP) – Cuéntanos un poco de la historia de tu pueblo, que casi se extinguió.
Adriano Karipuna (AK) – Nosotros éramos alrededor de 200 personas, según mi madre, Katicá Karipuna, una de las cuatro supervivientes. Cuenta que sobre los años 70, como no había vacuna para la gripe, malaria y otras enfermedades, quedamos reducidos a tan solo cuatro personas. Hoy seguimos siendo un pueblo pequeño, de 58 personas. Pero esto es fruto de mucha resistencia, porque tras el contacto con los no indígenas, estos cuatro Karipuna estuvieron aislados de nuevo, volvieron al bosque. De esa manera sobrevivieron.

GP – Pero, ¿qué sucedió?
AK –
Mi tío dice que hubo un envenenamiento. Dijeron que fue terrible, como lo es hasta hoy. Mataron a nuestros parientes, mataron a toda una aldea. Sólo se libró una aldea que estaba más lejos. Yo no pregunto más a mi madre ni a mis tíos sobre este pasado. Se emocionan mucho, con lágrimas en los ojos. Es triste. El Estado Brasileño le debe mucho a los Karipuna. Se construyó la vía férrea Madeira Mamoré, tuvo lugar el ciclo del caucho, el ciclo del oro, se construyeron las hidroeléctricas de San Antonio y Jirau…Todo ello provocando nuestra muerte social y cultural. La muerte de nuestros ríos, nuestros peces…

GP – ¿Cuáles son las amenazas que el pueblo Karipuna enfrenta en su territorio actualmente?
AK –
Desde 2015 ha empeorado mucho. Están robando madera y loteando nuestra tierra. Vendiendo nuestra tierra porque dicen que no tiene dueño. También hay extracción de oro en la Tierra Indígena Karipuna. No sabemos cuántas áreas se han invadido hasta ahora porque puede ser peligroso para nosotros andar por nuestras tierras. Estamos en desventaja. No vamos más por la carretera, solo por el río, pero, aún así, es peligroso. Queremos que el Estado saque a los ocupantes, madereros y mineros de nuestra tierra. Necesitamos la tierra para poder plantar y vivir, el río para beber agua, los peces para comer.

En una gran mesa de madera, rectangular, están sentados, de frente a la cámara, un hombre indígena que lleva un tocado (cocar) en el lado izquierdo de la imagen; a su derecha, un hombre blanco, calvo, con chaqueta y corbata; una mujer blanca de pelo negro y liso; y un hombre blanco de pelo canoso. En el lado izquierdo de la foto, en el extremo de la mesa, un hombre blanco, mayor, de pelo canoso, con gafas y traje, mira un mapa que el hombre indígena señala.

EEn Brasilia, Adriano y André Karipuna denunciaron ante el Ministro de Justicia Torquato Neto la ocupación de tierras, el robo de madera y la venta de lotes realizada por invasores dentro da Tierra Indígena Karipuna (Tiago Miotto/Cimi)

GP – ¿Cómo es la vida en la aldea hoy en día?
AK –
En la aldea vivimos de la pequeña agricultura. Tenemos mandioca para venta y consumo. Tenemos harina, caña de azúcar, asaí, calabaza. Recolectamos castañas, pescamos, cazamos. Ahora 16 personas hablan la lengua Tupí-Kawahiba. El profesor la enseña. Hacemos artesanía. Los más mayores enseñan a los más jóvenes algunos rituales, y a cantar. Nosotros, Karipuna, seguimos viviendo con buen vivir. Queremos vivir armónicamente, plantar más, aumentar la venta para generar renta y que toda la comunidad viva bien. Sin molestar a nadie. No robamos nada a nadie, no invadimos nada de nadie. Queremos vivir en paz en nuestra selva.

GP – ¿Cuál es el objetivo de tu visita a la ONU esta semana?

AK –  Tememos un genocidio, porque quieren nuestras tierras. El Estado brasileño tiene que sacar a esta gente que las ha invadido y proteger nuestro territorio y a nuestro pueblo. Este es el papel del Estado. Y el mundo tiene que prestar atención al pueblo Karipuna. Nosotros protegemos la selva no solo para los indígenas, sino para todo el mundo. Estamos cuidando este patrimonio. Es necesario que sean más responsables con nosotros, los indígenas. Pedimos auxilio y ayuda para proteger nuestro territorio, esta parte de la Amazonia.

GP – En un contexto tan difícil, ¿qué tienen pensado hacer?
AK –
Somos pocos todavía, pero no vamos a desistir. Nadie desiste de proteger a su Madre. Daremos nuestra vida por ella, si es necesario.