Fue en un taller de la región del “Triángulo Minero” que una brillante idea surgió y se extendió a más de 20 países. Corría el año 2002 y el mecánico Alfred Moser estaba preocupado con el “apagón”, crisis de distribución energética que atormentaba a los brasileros desde el año anterior.

La cabeza de Moser hervía desde hace un tiempo con algunos conceptos de física aprendidos con un antiguo jefe y una conversación enigmática sobre la luz con el médium espiritista Chico Xavier (1910-2002), a quien encontró por casualidad en Uberaba (MG).

La “iluminación” que el inminente inventor necesitaba para llegar a su gran creación fue una botella PET arrugada, translúcida y llena de agua en la mesa de la cocina que reflejaba la luz del sol en la pared. Allí nació la idea de la  lámpara Moser, una solución de energía económica, asequible y sostenible que, en 2017, dos décadas después de aquella tarde luminosa, la luz se extendería por más de 1 millón hogares en todo el mundo, según datos de la ONG Litro de Luz. La organización comanda la instalación en los hogares brasileros, desde quilombos hasta comunidades ribereñas de la Amazonia y como un spin-off de la invención original, desarrolló la bombilla conectada a paneles solares, cuya absorción de energía permite que 25.000 instalaciones domésticas y 3.000 postes se alumbren de noche.

Hay una encantadora versión de esta historia que dice que la lámpara fue creada por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT, aunque la institución ya ha revelado que no es cierto. El padre de la invención es Moser mismo, un jubilado de 65 años –  divertido y afable, que nació en la región rural de Santa Catarina y se estableció con su familia en Minas Gerais, donde habló con Believe.Earth. Allí también se ubica su estudio, en el que sigue buscando soluciones, tecnologías y artefactos para, como él dice, ayudar a crear un mundo mejor.

Believe.Earth (BE) – ¿Cómo surgió la idea de la lámpara?
Alfred Moser (AM) – Esta lámpara tiene una gran historia: empezó en Brasilia, en 1976 o 1977, cuando trabajaba como mecánico para una empresa de telecomunicaciones. Se caían muchos aviones en la Amazonia y la empresa estaba monitoreando este tema. El rescate era muy lento y me quedaba preocupado. Pensé «¿y si la persona no tuviera un fósforo para hacer fuego y humo?”. Hablando con mi jefe, me comentó que poniendo agua en una botella blanca y acercándola al pasto, la luz solar que pasa a través del líquido produciría fuego en el monte. Me quedé con esa idea en la cabeza para hacer algo en el futuro.

BE – ¿En qué momento concretó el experimento?
AM – Me mudé a Uberaba en 1980, después de casarme y abrir un taller. Un día, encontré a Chico Xavier en la calle y fui a saludarlo. Me dijo: «Moser, ¿sabes que tú vas a tener una luz en tu vida? Solo que esa luz no va a ser tuya, será de la gente. Aquí en la tierra quien hace bien recibe la luz divina. Pero no sólo eso, vas a tener una luz de señal”. Después de que falleció, vino el apagón [la crisis energética de los años 2001 y 2002]. Y esa conversación no salió de mi cabeza.

Estaba en casa de mi sobrina y vi encima de la mesa de la cocina una botella PET de 600 ml con agua. El sol golpeaba e iluminaba la pared. Al otro día, al llegar al taller, coloqué la botella con agua en un hueco que hice en el tejado y la claridad iluminó todo el cuarto oscuro. Fue allí que comencé a desarrollar mejor el concepto, poniendo un poco de lejía para que el líquido no quedase turbio y así facilitar el paso de la luz. Me di cuenta de que la tapa de la botella se pulverizaba, resecada por el sol y coloqué un cinta negra de película para protegerla.

El mismo señor de la foto de portada, de piel blanca, pelo y bigote canosos, lleva una camisa polo de manga corta, con rayas en degradado de blanco a negro en sentido ascendente. Mira a la cámara y sujeta un trozo de una teja gris con la parte superior de una botella de plástico transparente, tapada, incrustada en el centro. El tapón de la botella es negro. Por detrás de él hay herramientas, estructuras de metal de diferente tipo y tamaño, colocados verticalmente en un local poco iluminado.

Moser muestra la lámpara en la parte externa del tejado, lugar por donde entra la luz del sol (Gabriela Romeiro/ Believe.Earth)

BE – ¿Cómo hizo para lograr la difusión?
AM – Llamé a los periódicos para mostrarlo, pero ni el de Uberaba vino [risas]. Sólo un periodista de Uberlandia, a 100 kilómetros de aquí, se interesó. La Secretaría de Medio Ambiente de Sao Paulo vio el artículo y me invitó a dar una charla en el parque ecológico Chico Mendes. Hicieron otro reportaje y quien se encarga del  parque contó la historia a los extranjeros [brazo Internacional de la ONG Litro de Luz]. Fue entonces cuando la idea comenzó a expandirse en el exterior y, más recientemente, en Brasil.

BE – ¿Su vida cambió después de que su creación salió de Uberaba y captó al mundo?
AM – Sigue igual. No tengo ningún beneficio económico con eso, sólo unas pocas invitaciones a conferencias. Y esos eventos son una felicidad. Fui a dar una charla a la Embajada de Brasil en Corea del Sur y me conmovió ver a un muchacho que le pidió a su madre que lo llevara porque puso las lámparas en la casa. Quiero que las personas tengan comodidad sin gastar dinero. Y la energía es costosa.

BE – ¿Es utópico creer que la energía limpia puede incluso ayudar a salvar el planeta?
AM – No, si la gente tiene fe en su trabajo y participa en comunidades haciendo que las cosas ocurran. Yo di el puntapié inicial. La idea anima a otros inventores para pensar en soluciones a diversos problemas y alienta a las personas de todas las edades para estudiar más.

Believe.Earth preparó un artículo completo para que entiendas cómo funciona la Lámpara de Moser y puedas hacerla tu mismo.