Hija de padre judío que perdió la vida en un campo de concentración, la fotógrafa Claudia Andujar pasó de ser testigo del exterminio parcial de un pueblo a convertirse en una de las figuras clave para el reconocimiento y supervivencia de otro, a este lado del océano Atlántico.

Si no fuera por la fotógrafa, nacida en Suiza, criada en Hungría y emigrada a Brasil en 1955, posiblemente la etnia yanomami no tendría hoy salud, voz y dignidad para luchar por sus derechos, amenazados una vez más actualmente.

En la década de los 70, cuando Claudia los reveló para el mundo, los yanomami estaban en una situación aún más crítica que la de hoy. Comunidades enteras, algunas con 1.500 individuos, estaban siendo diezmadas, como consecuencia de la apertura de carreteras y de la invasión por parte de garimpeiros de sus tierras, en la región fronteriza entre Venezuela y los estados brasileños de Roraima y Amazonas.

Enviada a la región para un reportaje fotográfico sobre la Amazonía, Claudia quedó maravillada con la etnia y, con compasión y respeto, profundizó en la cultura yanomami, incorporándola a su trabajo fotográfico y mezclando su historia con la de los indígenas, para siempre, como muestran los diversos libros que publicó acerca de su experiencia.

A partir de las largas temporadas que pasó en las comunidades, su implicación fue más allá del registro artístico e histórico. Se involucró en las luchas de los yanomami por salud, tierras e incluso por reconocimiento, las cuales ayudó a promover al retratar a individuos de comunidades dispersas para identificarlos y darles acceso a los servicios disponibles. Fue miembro activo de la Comisión Pro-Yanomami y, en 1978, coordinó la campaña para la creación de la reserva indígena, reconocida finalmente en 1992.

En español, Yanomami significa “ser humano”. No hay duda de que Claudia forma parte de esta comunidad.

UNA AVENTURA EN EL AMAZONAS
Cuando Claudia Andujar embarcó para el Amazonas, enviada por la revista Realidade para un especial sobre la Amazonía, sabía que tenía una larga jornada por delante. Pero no imaginaba la transformación que tendría lugar en su vida.

Orientada por la revista a no centrar el trabajo en la cuestión indígena, ya que este material podría incomodar al gobierno militar, que preparaba la construcción de la Perimetral Norte, una carretera que tomaría ese espacio de los indígenas, acabó no cumpliendo la orden. Cuatro meses en la región y Claudia volvió con imágenes del grupo Aharaibus, nunca vistas antes, de una cercanía y belleza increíbles. “Fue una visita emocionante”, recuerda Claudia. “Cuando la redacción vio las imágenes se quedaron encantados y decidieron hacer el reportaje y la portada. Ellos mismos contradijeron las expectativas. Eran fotos bonitas”.

Un trabajo impresionante, que, sin embargo, fue el último de Claudia para la revista. “Después de ese reportaje decidí dejar el fotoperiodismo”. Comenzaba entonces una nueva jornada en su vida. En el viaje conoció a los yanomami y decidió pelear junto a ellos por sus derechos.

Una muestra de la fuerza y del empeño de Claudia quedan plasmados en la naturalidad con la que habla sobre las implicaciones de su lucha en defensa de los yanomami. En el 71 conoció a la comunidad y se fue a vivir con ellos hasta que fue expulsada por razones políticas en el 78. Aún viviendo lejos intensificó la campaña por la demarcación de las tierras con una ONG. Tal demarcación no llegó hasta 1992, durante el gobierno de Fernando Collor. Paciente, ¿no?

Una larga historia, pero que muestra apenas una parte de la vida de Claudia. Nacida en Suiza por voluntad de su madre, Claudia vivió en Hungría junto a su familia en un ambiente multicultural. “Crecí con tres lenguas: el húngaro, el alemán, por mi abuela, y el francés”.

«Para los yanomami continúa siendo fundamental mantener su cultura, su lengua y sus creencias. Entendieron lo que significa ser un pueblo que quiere mantenerse como pueblo, que es brasileño, pero quiere mantener viva su cultura».

El buen ambiente terminó con la ocupación alemana en el 44.  Al final de ese año, Claudia había perdido a toda su familia por parte de padre, que murió en Auschwitz. Ella y su madre escaparon de la tragedia huyendo para Suiza, pero la vida allí no era como cuando iban en su infancia. “Me quedé trastornada con lo que sucedió. A la familia de mi padre simplemente se la llevaron. Me sentí culpable muchas veces por no haber ido con ellos”.

Fue el momento de ir a Estados Unidos a vivir con sus tíos, donde comienza una nueva vida a los 14 años. Siempre muy independiente, dejó la casa del tío enseguida, compaginando estudio y trabajo. Se casó con un español, también refugiado, pero una vez más la guerra interfirió en su vida cuando él tuvo que ir a Corea. Dos años después se separaron.

Entonces, finalmente Brasil entró en la vida de Claudia. Su madre vivía aquí y decidió mudarse una vez más. Después de las dificultades que pasó en Suiza y en Estados Unidos, por fin se encontró. “Aquí desde que llegué me encantó, me fue bien, me sentí en casa. Puedo decir que hasta hoy es el lugar en el que más me gusta vivir, me llevo bien con las personas aquí” . Claudia trabajaba dando clases de inglés y con ese dinero viajaba por el país. En sus viajes conoció la fotografía. “Se convirtió en una forma de comunicación. No pensaba ser profesional, era una forma de comunicación con los demás y conmigo”.

Unos amigos en común le acabaron presentando a Claudia a Darcy Ribeiro. Fue él quien le aconsejó fotografiar una comunidad indígena, trabajar en algo que nadie había hecho antes. Entonces Claudia pasó dos meses en Carajás. Con ese material decidió profundizar en la técnica y montar un buen portafolio.

Con el portafolio listo Claudia escuchó muchos “no” en Brasil. “El hecho de ser mujer, no sé”. Con el mismo material en Estados Unidos consiguió una publicación en la respetada Life. Fue lo que le abrió las puertas en Brasil y en la editora Abril. Pasado un tiempo Realidade tenía un tema para ella, y ya sabes cómo sigue esta historia.

Hoy a la suiza los yanomami que viven en en interior la llaman madre. “Me alivió la conciencia sobre lo que sucedió cuando era niña, yo creé otra familia a quien estoy dedicada hasta hoy. Hace dos semanas tuve un problema de salud y recebí un e-mail suyo. ¡Un e-mail! Las cosas han cambiado. Quiero decir, han cambiado y no han cambiado. Para los yanomami continúa siendo fundamental mantener su cultura, su lengua y sus creencias. Entendieron lo que significa ser un pueblo que quiere mantenerse como pueblo, que es brasileño, pero quiere mantener viva su cultura”.