El terreno al fondo de uno de los edificios de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE) estaba casi inutilizado. En él, un galpón abandonado desde hacía más de 20 años servía como depósito de trastos. Motivados por encontrar soluciones para la gestión de los residuos sólidos producidos en el campus de Recife, funcionarios e investigadores encontraron en ese lugar ocioso la oportunidad de provocar un cambio en el manejo de la basura. Así fue que, crearon la Biorrefinería Experimental de Residuos Sólidos Orgánicos (Berso), un embrión de esperanza que produce biogás y biodiésel y que servirá como modelo replicable en el 95% de los municipios brasileros.
La UFPE puede ser considerada una ciudad dentro de la propia ciudad. Ocupando un área de 160 hectáreas, el campus de la capital pernambucana tiene un flujo de 40.000 personas. En sus 13 restaurantes, se produce diariamente, en promedio, una tonelada de alimentos no consumidos y desechados durante la producción de los platos. Por día, son descartados 50 litros de aceite de fritura. Las barreduras y las podas acumulan 10 toneladas de ramas y hojas en 24 horas. Todos estos materiales forman la biomasa residual, el conjunto de residuos orgánicos recolectados dentro de la universidad.
En Berso, los escombros que ocupaban el galpón dieron lugar a una usina piloto de producción de biodiésel hecho a partir de aceite de cocina. La fábrica produce 100 litros de combustible por día. El objetivo es llegar a150 litros, lo suficiente para abastecer a todos los vehículos de la flota de la universidad que hoy circulan con diesel. La instalación de recolectores en los edificios de la institución incentivó a alumnos y funcionarios a colaborar trayendo el aceite de fritura usado en casa.
El proceso de transformación de aceite en biodiésel es rápido. El líquido es filtrado, depositado en un tonel y llevado a otros tanques, donde permanece de cuatro a seis horas. El procedimiento produce biodiésel y glicerina, que se transforma en alcohol y se reutiliza en el flujo de producción.
Del lado de afuera de Berso se encuentra el biodigestor anaerobio, que recibe los restos de los alimentos para transformarlos en biogás y, enseguida en energía eléctrica. Las sobras son mezcladas con agua y continúan para el biodigestor. Allí, cuando los microorganismos entran en acción, sucede la liberación de gas carbónico y metano, dando origen al biogás.
Esa energía es inyectada en la red de la universidad, lo que disminuye los costos de la cuenta. “Hoy, ya pudimos reducir los gastos en 50 reales (14 dólares aproximadamente) por día”, dice Emmanuel Dutra, profesor del departamento de energía nuclear. “Cuando el sistema funcione escalonado y tengamos el reactor de 200 metros cúbicos, vamos a ahorrar 350.000 reales (100.000 dólares aproximadamente) por año”. El material que sobra en el biodigestor, rico en nutrientes, es usado para fertilizar las plantas y acelerar el proceso de compostaje de los residuos de poda y limpieza de la broza.

Equipos usados en el montaje de la usina de biodiésel son encontrados en depósitos de construcción (Rafael Martins / Believe.Earth)
Hay otro valor agregado. “Ahorramos 167 reales (47 dólares aproximadamente) por cada tonelada de basura que dejamos de mandar al vertedero”, afirma Rómulo Menezes, profesor del departamento de energía nuclear. “Conseguimos generar energía eléctrica y producir biofertilizante a un bajo costo”. Cuando Berso opere con carga máxima, el ahorro total de la universidad deberá llegar a 1,1 millón de reales (285.700 dólares aproximadamente) por año. Una realidad que parecía lejana cinco años atrás.
TRABAJO EN EQUIPO
En 2012, la dirección de gestión ambiental de la UFPE hizo un diagnóstico de todos los tipos de residuos producidos en el campus, montó grupos de trabajo para delinear estrategias de mejoría y propuso una política institucional. “Nuestra meta es ser una ciudad modelo, que reciba gente interesada en aprender nuestras prácticas”, dice Fátima Xavier, directora de gestión ambiental de la UFPE.
Los funcionarios de los restaurantes y el personal que trabaja en la poda y en el barrido, fueron capacitados sobre la gestión de residuos. Todos los años, los grupos hacen cursos de actualización. Los alumnos, profesores y demás funcionarios también recibieron instrucciones.
“No se puede atacar este problema solamente desde un lado de la cadena. Debemos pensar en todos los ejes, desde la educación ambiental hasta el reciclaje, y hacer que cada uno esté convencido que el esfuerzo adicional será respetado y aprovechado”, afirma Rómulo.

Los profesores Emmanuel Dutra y Rómulo Menezes dirigen el proyecto de la biorrefinería experimental (Rafael Martins / Believe.Earth)
LA FILOSOFÍA TARACUÁ
Taracuá, una comunidad aislada en San Gabriel da Cachoeira, en el Amazonas, inspira la filosofía de trabajo de la biorrefinería: todo lo que se crea dentro del campus recifense debe tener potencial para ser replicado en cualquier municipio, no importa cuán remoto sea. Partiendo de este pensamiento es que los profesores y alumnos de la UFPE pretenden transformarse en referencia en la producción de biogás y biodiésel, y ayudar a garantizar una cadena de producción y desecho de residuos autosostenible. Y barata.
Para construir los equipos usados en el proyecto piloto se gastaron menos de 5.000 reales (1.420 dólares aproximadamente). En el mercado, el montaje de sistemas semejantes llega a costar 30.000 reales (alrededor de 8.570 dólares). La usina de biodiésel se construyó con herramientas encontradas en depósitos de construcción. Las válvulas costaron 11 reales (3 dólares aproximadamente). Los toneles se rescataron de un depósito de chatarra por 30 reales (alrededor de 8,60 dólares). Los elementos más caros fueron tres bombas de 150 reales (unos 43 dólares) y dos reactores, del mismo tipo que los usados en la fabricación casera de cerveza.

La directora Fátima Xavier: la biorrefinería es parte de los sueños de un campus sostenible (Rafael Martins/Believe.Earth)
No satisfechos con esto, los autores de la estructura quieren abaratar aún más el costo de la creación de la biorrefinería, volviendo el proyecto todavía más democrático. Por eso, estudian con alumnos de grado, maestría y doctorado formas de dejar las piezas más compactas.
Cuando encuentren la fórmula perfecta, elaborarán un documento para publicar en internet el paso a paso de forma gratuita. Su deseo es mostrar que la tecnología accesible es un sueño posible.
Publicado el 14/09/2017