Casa Frida nació en 2014 inspirada en los centros populares de cultura que funcionaban como polos de resistencia a la dictadura militar en Brasil en la década de 1960. No es que sus fundadores hayan vivido en aquella época. Hellen Chrystian (que hoy adoptó el nombre de Hellen Frida), creadora y gestora de Casa Frida, tenía en ese entonces 23 años. Y los otros miembros de este colectivo de mujeres también eran jóvenes que, como ella, buscaban una forma de expresión política a través del arte.

Uno de los pocos lugares abiertos para la recreación en la ciudad donde viven, São Sebastião, en la periferia del Distrito Federal, era la pista de skate. Y allí el grupo se reunía para hacer poesía, música y conversar. Como la escena cultural de São Sebastião era formada básicamente por hombres, decidieron disputar ese espacio, construyendo una narrativa social que incluyese la producción artística y cultural de las mujeres en la región.

Juntas, alquilaron una casa con dinero propio y decidieron vivir allí. Pasaron, entonces, a promover una serie de actividades que atraían a un número creciente de personas y crearon campañas de donación para mantener el espacio. El lugar se convirtió, también, en un punto de encuentro para otros movimientos sociales, culturales y artísticos enfocados en el protagonismo femenino. En este entorno, comenzaron a surgir mujeres, principalmente jóvenes, en situación de violencia – y Casa Frida pasó a dar refugio a estas personas. “Poco a poco, fuimos construyendo un aprendizaje colectivo para lidiar con eso y, al mismo tiempo, responsabilizar al Estado por lo que tiene obligación de hacer”, afirma Hellen. 

RED DE APOYO
Esta responsabilidad se hace explícita en la Ley Maria da Penha, creada en 2006 para garantizar la protección de la mujer. La violencia psicológica, moral, patrimonial, físico y sexual, sin embargo, persiste. La cara más visible de esta realidad es el número de víctimas mortales. Todos los días, 12 mujeres son asesinadas en Brasil. En 2017, fueron 4.473 muertes, lo cual son 946 femicidios, es decir, crímenes motivados por la condición de género. Los datos son del Monitor da Violência, mantenido por el portal G1 en colaboración con el Núcleo de Estudios de Violencia de la Universidad de São Paulo y el Foro Brasilero de Seguridad Pública.

Las políticas de prevención, sanción y erradicación de la violencia contra la mujer, previstas en la Ley Maria da Penha, no son siempre accesibles y adecuadas. Entendiendo este escenario y las necesidades de las personas que buscaban ayuda, Hellen y las demás integrantes de Casa Frida pasaron a ofrecer vivienda inmediata para que las jóvenes lograsen salir del ciclo de la violencia.

La acogida empieza con una escucha afectuosa. Luego, en una conversación con la asistente social, las mujeres deciden si harán una queja formal o no y conocen los caminos que pueden recorrer para hacer la denuncia.  A partir de ahí, son conducidas para actividades provistas por voluntarios, que van desde el cuidado del bienestar – reiki, terapias florales, rondas de cuidado y autocuidado – hasta clases de capoeira y acompañamiento psicológico y legal.

También participan en actividades artísticas, para, como dicen, transformar el dolor en arte: en medio de las clases de danza, payasos y teatro político, las mujeres pueden resignificar lo que vivieron y planificar sus vidas de ahí en adelante. “Ellas se fortalecen para superar el dolor, en el entendido de que la violencia no es individual sino colectiva; está estructurada en nuestra sociedad y debe ser combatida”, dice Hellen.

El espacio funciona 24 horas al día, inclusive los sábados y domingos, en una casa con tres dormitorios, living comedor, cocina, baño, patio y garaje. A la semana, cerca de 50 mujeres son atendidas allí. Algunas son residentes, pero la mayoría recibe acogida y vuelve para donde vive o se queda solo durante unos días, hasta salir de la situación de riesgo y conseguir refugio con familiares.

La casa se mantiene con donaciones y por la campaña permanente de recaudación de fondos Todas por Frida, que recibe recursos para pagar el alquiler y gastos básicos. Otra fuente de fondos son los llamados públicos. Uno de los proyectos aprobados fue As Desempregadas, de formación en acrobacia, payasos y teatro para mujeres, que dio lugar a un espectáculo hasta hoy presentado en espacios públicos de la ciudad.Título: La fuerza del cariño Linha fina: La importancia de Casa Frida en la lucha de las mujeres Comic 1: [Créditos] Hellen Frida, Casa Frida (São Sebastião/Brasil) [Hellen] Casa Frida alberga a mujeres víctimas de violencia y funciona como una casa de cultura dirigida al público femenino. Solas, pocas mujeres pueden luchar por sus propios derechos. Aquí, brindamos apoyo en esta lucha – ¡que es política! Comic 2: [Crédito] Júlia Flores*, habitante de la Casa [Julia] Hace tres meses, mi familia me echó de casa, a causa de mi orientación sexual, y vine aquí. Enseguida, una asistente social registró mis necesidades y me guió. Desde entonces, recibo acogida afectiva, atención médica y ayuda con los estudios, ¡todo gratis! A cambio, ayudo a cuidar de la casa, que es más que un refugio: es un hogar. * nombre y apariencia cambiados para proteger la identidad de las entrevistada Cómic 3: [Créditos] Camila Sirqueira, acogida por la Casa [Camila] Fui acogida embarazada y con tres niños pequeños. Además de techo, tuve apoyo psicológico y orientación jurídica acerca de cómo denunciar a mi agresor. ¡Fue mi salvación! Hoy en día, vivo cerca, trabajo y sigo yendo a la Casa. Si mis hijos y yo estamos vivos, bueno, fue gracias a la acogida que he recibido. Comic 4: [Hellen] La acogida es reforzada por talleres de arte, eventos culturales, debates políticos y formación profesional. La idea es transformar el dolor sufrido por las mujeres en arte, esparcir amor por todas partes. Guión e ilustración: Helô D’Ângelo / Believe.EarthMANDALA DE MUJERES
Muchas mujeres acogidas se involucran y pasan a ser parte del colectivo Casa Frida. “Sin el acompañamiento recibido, habría perdido la custodia de mis hijos”, cuenta Camila Nunes de Sirqueira, 27 años, quien llegó al espacio embarazada y con tres hijos pequeños. “Después de un período de abuso sexual, me quedé desempleada y me separé”.

Hoy, Camila vive cerca, participa en las actividades y en las rondas que debaten temas políticos y económicos. “Discutimos cómo podemos ayudar a resolver problemas como el racismo y LGBTfobia, y cómo habilitar el servicio a otras mujeres en situación de violencia”, dice.

La estructura del colectivo sigue el formato de mandala. En el centro están las 25 mujeres que colaboran con el trabajo, como terapeutas, donantes de ropa y comida y recursos para el mantenimiento de la casa. Hay, también una red de tutores, formada por quienes cuidan de la energía del espacio y otras que trabajan en el ámbito político e institucional, en organismos como el Foro de Mujeres del Distrito Federal y Alrededores y en la red de colectivos y movimientos activistas de la región. Integran también el Consejo de Cultura, el Consejo de Salud, el Consejo de Juventud y el Foro de Entidades Sociales de la ciudad.

El propósito es enfrentar el sexismo a través de una micropolítica de afecto. “Solo vamos a cambiar la estructura social que imprime una cultura de violencia, que es permisiva con la cultura de la violación, si cambiamos la manera de hacer y vivir esa cultura”, dice Hellen. 

Y EL FUTURO, ¿CUÁL SERÁ?

Este contenido se basó en la investigación “Emergencia Política Periferias”, realizada por el Instituto Update. Descarga aquí la investigación completa.