Primero vinieron las plántulas y los materiales, donados por la prefectura de la ciudad. Luego vinieron los colaboradores y seguidores para ayudar a implementar el proyecto. Y entonces mediante un esfuerzo conjunto se comenzó a preparar la tierra, traer nuevas especies, instalar un sistema de riego. Hasta que la huerta ganó espacio en el jardín colgante del Centro Cultural São Paulo, en la capital paulista. Desde 2013, voluntarios se reúnen allí para cultivar alimentos, especias y plantas medicinales.

Iniciativas como lo que sucede en el CCSP (Centro Cultural São Paulo) se repiten en otros rincones. En la zona oeste de San Pablo, la Horta das Corujas (Huerta de los Búhos) se ubica en una plaza pública de 800 metros cuadrados, cercada y con un portón sin tranca que mantiene distancia sólo de los perros. Personas que quieren ayudar y conocer el proyecto son siempre bienvenidas.

Según el estudio «Innovaciones que nutren al planeta”, del World Watch Institute (WWI), se estima que 800 millones de personas alrededor del mundo se dedican a la agricultura urbana, produciendo del 15% al 20% de todo el alimento que consumimos. En el informe «Alimento para las ciudades”, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (ONU/FAO) alienta la plantación urbana como una manera de hacer ciudades más resilientes, adaptadas a los cambios climáticos y capaces de hacer una gestión sostenible de los recursos naturales.

Varias personas, de lado, trabajan con azadas la tierra marrón con algunas hojas secas, y plantas dispersas. Más cerca de la cámara hay una mujer blanca de pelo castaño oscuro corto, recogido con una gorra de visera azul marino. Lleva un pantalón color teja, camiseta de tirantes azul marino, guantes y gafas de sol, y sonríe. Las otras personas están desenfocadas. Se ven cuatro mangos de azada en el mismo movimiento, sujetos por las manos de las personas, en diagonal descendente en dirección a la tierra.

Esfuerzo conjunto en Horta das Corujas, que ocupa una plaza de 800 metros cuadrados en la zona oeste de São Paulo (Popó Lopes / Believe.Earth)

TU HUERTA IMPORTA
Una huerta no necesita de gran escala para existir y hacer la diferencia. Se puede tener una en el patio trasero, en el jardín del condominio, en el balcón. Los cultivos domésticos generan, sí, impacto positivo sobre el medio ambiente, sobretodo en relación con las emisiones de gases del efecto invernadero. Eso es porque estas pequeñas islas verdes, aprovechan un espacio urbano ya despejado para producir alimentos y evitan que la comida tenga que ser envasada y transportada a la mesa. Hay menos uso de materiales y menos emisión de contaminantes.

La ausencia de residuos es otra ganancia real. ¿Quién necesita comprar un paquete entero de perejil que se pudre en la nevera cuando puede cosechar sólo la cantidad necesaria para la receta?

Tener el hábito de plantar y consumir el propio alimento, aunque sea en macetas, también puede transformar TU relación con la comida. Es natural que durante el proceso, te intereses en saber de dónde viene la comida que está en tu plato y pases a darle preferencia a las ferias y mercados que ofrecen artículos de productores locales, que siembran dentro de la ciudad o en los alrededores.

Hay un modelo de compras colectivas llamado CSA (Comunidad que Sostiene la Agricultura), en que un grupo fijo de consumidores se compromete a cubrir el presupuesto de los pequeños productores orgánicos durante un año. En contrapartida, los agricultores entregan a los «padrinos» los alimentos cultivados sin otros costes adicionales además de las ya conocidas en el momento del acuerdo.

Es una conexión directa entre quienes producen y quienes consumen. Un vínculo que refuerza cada experiencia de vivir cerca de la tierra, ya sea en la maceta de la ventana, en la huerta comunitaria o en la propiedad rural a pocos kilómetros de tu casa.

La foto muestra las diferentes plantas de una huerta, con una separación de cemento en el medio. En el centro de la imagen, en el bordillo de cemento, una mujer de piel clara y pelo moreno liso, recogido en una coleta, está agachada con las manos sobre la tierra. Lleva una camisa de cuadros roja y blanca, y mira a otras dos mujeres, también agachadas, en el lado derecho de la foto, que miran a la huerta. En esta huerta están clavadas estacas finas y bajas de madera natural, a una distancia de unos dos pies entre sí, unidas por un hilo blanco en la parte superior. Al fondo, una estructura de estacas más altas, también unidas por un hilo blanco. Más al fondo, un hombre y una mujer de pie, en el centro de la foto, y una mujer agachada, en el lado izquierdo, todos un poco desenfocados. La mujer agachada mira la tierra, tiene el pelo rizado, castaño, recogido con una cinta negra, lleva camiseta azul turquesa y un pantalón jean oscuro. La mujer que está de pie lleva una camiseta de tirantes negra y un pantalón azul oscuro, tiene el pelo liso, castaño, recogido. El hombre a su lado (lado derecho de la foto), lleva gafas de pasta negra y lentes rectangulares, una gorra azul marino, camiseta blanca de manga corta con una estampa roja en el centro, y un pantalón jean claro. Más al fondo, edificios.

Los interesados en mantener la huerta del Centro Cultural São Paulo funcionando hacen mutirones el último domingo de cada mes (Popó Lopes / Believe.Earth)

SI QUIERES EMPEZAR UNA HUERTA DOMÉSTICA:
Planear – Observa el espacio donde va a ser el cultivo. Lo ideal es que cada día reciba un promedio de 5 horas de luz solar, según la necesidad de la planta elegida. Cuanto menos viento, mejor.

Hacer compostaje –  Se puede producir en casa un súper fertilizante con restos de comida, con un proceso llamado compostaje. Puedes encontrar más información sobre compostaje aquí en Believe.Earth.

Plantar – Comienza con algo pequeño, con un metro cuadrado o cuatro jarrones, preferiblemente de barro, de 30 cm de diámetro. Los envases más pequeños son útiles solo para hacer plántulas o cultivar especies más pequeñas, como cebolla de verdeo, perejil y tomillo. Cuando consigas entender la manera de hacerlo, expandes tu granja de a poco.

Preparar la tierra –Si la tierra está áspera y sin vida, distribuye una capa de aproximadamente 30 cm de paja u hojas secas y ramitas para que formen una cubierta y protejan la superficie contra la sequedad. Si vas a plantar en macetas, la receta básica es: 40% de tierra (cualquiera), 30% de arena y 30% de compuestos orgánicos.

Abono – Para asegurar la fertilidad del suelo, incorpora materia orgánica. En lugar de abonos sintéticos, opta por los productos que tienen nombres de cosas de la naturaleza: estiércol, humus, harina de hueso, cáscara de huevo, borra de café, cenizas. El abono químico soluble es el “fast-food” de la planta. Hace crecer, pero la deja susceptible a las enfermedades.

Regar, pero no demás Usa el «dedómetro» para medir la humedad ideal: sumerge el dedo en el suelo y ve si realmente necesita agua. El mejor horario para regar las plantas y trabajar la tierra es la mañana temprano y al final de la tarde.

Mezclar – Cuanto más biodiversidad, mejor. Intercambia plántulas con amigos, consigue diferentes semillas. En cultivos y macetas, coloca varias especies mezcladas.

Conocer a los amigos de las plantas – En una huerta saludable, las abejas polinizan, las mariquitas comen pulgones, orugas serán mariposas, las avispas carnívoras ayudan a controlar  la población de orugas. La proliferación de algunos insectos sucede más en los primeros días de la huerta, cuando hay poca biodiversidad vegetal y animal. Sé paciente, deja que las malas hierbas crezcan y planta flores para atraer insectos.

Intercambio de experiencias – Conversar con otras personas que están aprendiendo a plantar es crucial. Encuentra un grupo en tu ciudad o por Internet.