Agricultor nacido y criado en la comunidad de Barra do Touro, en el municipio de Serranópolis de Minas (Minas Gerais), Geraldo Gomes Barbosa es embajador de un valioso conocimiento sobre la tierra y sobre la gente cada vez más necesario en estos tiempos de crisis global y cambio climático.

Hijo de productores rurales, Geraldo heredó y perfeccionó una tradición del campo que está desapareciendo y que hoy se encarga de difundir: el intercambio de semillas criollas, nombre popular que se le da a los granos de alimentos comunes, como frijol, maíz, soja y calabaza, adaptados por los propios agricultores a cada clima, a cada bioma, a cada región del país. Para muchos investigadores, la diversidad de las semillas criollas es la alternativa sostenible para el aumento de la productividad sin recurrir a transgénicos.

Su labor comenzó al darse cuenta de la desaparición de variedades de calabaza que tanto apreciaba en su infancia. En solitario, fue buscando y almacenando poco a poco semillas diferentes. Hoy tiene en su casa, en botellas etiquetadas, más de cien especies de semillas criollas, que distribuye entre los agricultores de la región.

El conocimiento tradicional conservado por Geraldo no se limita a las semillas. Hasta hoy su familia come apenas lo que siembra, produce artesanía con técnicas locales y elabora licores caseros a partir de los frutos que cultiva. Todo el excedente de producción va a la Cooperativa de Agroextrativisitas Grande Sertão y ayuda a fortalecer la economía local.

Pero no hay que poner un pie en su propiedad para entrar en contacto con las tradiciones guardadas por Geraldo. Con un acordeón en mano, el agricultor comparte sus experiencias en una cadena de radio local y él mismo también graba en vídeo técnicas y prácticas de plantío tradicionales. Del campo al mundo.

FUERZA Y PACIENCIA PARA TRANSFORMAR
Geraldo es un señor paciente. Sí, le gusta contar sus historias y enseña con orgullo los diplomas que recibió. Tiene varios certificados: de cursos de la iglesia evangélica, cursos de apicultura, de festival de música, del Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (SEBRAE), de una radio de Moscú y hasta un certificado de detective e inspector de seguridad. Mucho orgullo para quien tuvo que dejar la escuela en el segundo grado. “Por el poco estudio que tuvimos, con esfuerzo vamos mejorando”, dice.

Pero lo que a Geraldo le gusta de verdad es escuchar. Es un fan de la radio y se pasa el día sintonizado. “Con la radio aprendo mucho. Hay buenos programas. Hoy la gente valora otras cosas y no valora la radio, que es el medio de comunicación más importante para mí”. Le encanta la música, le gusta escribir letras, pero conserva con más cariño todo lo que aprendió sobre agricultura en la radio.

“Dijeron que somos los guardianes de la biodiversidad, pero solo tratamos con cariño el medio ambiente. Sin perjudicar lo que va a alimentar a las semillas y sin perjudicar lo que a va a ser alimento».

Sucede que Geraldo no escucha a cualquiera. Sabe que habría desistido de su idea si hubiera escuchado las críticas que le hacían cuando empezó el trabajo de plantar diversos cultivos a la vez.

“Me llamaban loco, porque veían varias cosas juntas. Después cuando vieron los resultados positivos esas mismas personas vinieron a preguntar por nosotros, por las semillas”, dice Geraldo, que determina que ese momento fue fundamental. “ Hay momentos en que las críticas sirven como incentivo. Si no lo hacemos no sabemos si va a salir bien. Creímos en ello y funcionó. No fue fácil y tampoco es fácil seguir”, dice. “Pero quien no lo hizo está mal, pasando dificultades”.

Geraldo se refiere a los agricultores familiares que optaron por copiar el sistema de la agroindustria. Un gran error, según él. “No es el sistema ideal para el pequeño agricultor familiar. (La agroindustria) persigue el lucro y la gran producción. Cuando vemos a los pequeños imitando a los grandes ello les causa grandes perjuicios. Empiezan a plantar una sola cosa y olvidan que deben plantar otras cosas. Empiezan a tener dificultades, sufren con los insectos, con grandes pérdidas. Se arruinan”, recuerda Geraldo con la misma mirada que cuando se acuerda de las tierras degradadas por los monocultivos de eucalipto y algodón.

La idea de Geraldo no fue ni mucho menos loca. Hoy difunde su trabajo por varios lugares y comparte con muchos la función de guardián de semillas. “El trabajo del guardián es trabajar con la variedad de especies. Ese es el objetivo”. El cuidado de las semillas criollas es tan delicado que Geraldo recuerda con tristeza los ejemplares que acabó perdiendo.

“Nos entristece cuando perdemos alguna variedad para siempre. Mi padre y mi abuelo perdieron muchas variedades. La semilla es como la familia. Le tenemos cariño, velamos por ella. Dijeron que somos los guardianes de la biodiversidad, pero solo tratamos con cariño el medio ambiente. Sin perjudicar lo que va a alimentar a las semillas y sin perjudicar lo que a va a ser alimento. Es una riqueza que tenemos en el corazón”.

Ahora incluso tiene que administrar bien su tiempo con tantos compromisos. Tuvo que dejar de lado el programa de radio del que se encargaba y ahora participa ocasionalmente, presta ayuda en vídeos que documentan varios trabajos similares por el país.

Ve el merecido reconocimiento a través de encuentros con diferentes personas y viendo el valor que le dan. “Estudiantes vienen a vernos, técnicos vienen a vernos. Vemos que funcionó con otros. Y en esos momentos vemos que recorrimos un largo camino hasta aquí. Hubo una persona de la India que vino aquí y se quedó encantada con la variedad. Estamos contentos al ver esa alegría compartida con nosotros. Tenemos que valorar las pequeñas cosas, son momentos de gran importancia”.