No hay quien no lo conozca en las ciudades que rodean el Parque Nacional de la Chapada Diamantina – región en la que se encuentran las máximas altitudes del noreste de Brasil. Joás Brandão, 43 años, tres matrimonios, cuatro hijos, es una leyenda viva, alimentada, por un lado, por su pinta de loco: un sujeto que durante años andaba descalzo por el bosque, que rara vez se corta el pelo y que puede actuar de forma impulsiva para defender aquello en lo que cree.

Por otro lado, el mito sigue vivo por su entrega casi total al paisaje exuberante del lugar y por el resultado eficaz que consiguió, a partir de nada más que un amor profundo por el entorno. Si hoy en la Chapada hay innumerables grupos de voluntarios con un alto grado de organización para supervisar y combatir los incendios, ello se debe a Joás.

En los años 80, cuando el Cerrado era considerado “maleza” y el bosque una promesa para obtener carbón, Joás decidió lanzarse a combatir las llamas que destruían los paisajes para dar lugar a plantaciones y pastos. El parque nacional ni siquiera existía. Poco a poco, fue reuniendo a otros líderes y con ellos creó el Grupo Ambientalista de Palmeiras (GAP), que amplió su ámbito de actuación y hoy lleva la recogida de basura allí donde los ayuntamientos no llegan y planta esquejes para recuperar áreas degradadas. Con su ejemplo nació un espíritu de lucha por el entorno en la zona, un sentimiento de que es posible cambiar las cosas.

“Hace unos 15 años en nuestra ciudad se dejaba la basura en medio de la calle, era una locura. Y yo me di cuenta de que no podía ser así, tenía que haber algún otro método para cambiar la conciencia de la gente, para que eso no sucediera más”, afirma.

Con su ejemplo nació un espíritu de lucha por el medio ambiente en la zona, un sentimiento de que es posible cambiar las cosas.

A continuación, la conversación que Joás Brandão mantuvo con Trip.

Trip – Cuéntanos un poco sobre tu infancia.
Joás Brandão (JB) – Nací en Palmeiras, en la calle del Puente. Mi padre y mi madre son de otros municipios, casi en la zona rural, muy cerca de aquí, llamados Cananeias y Baraúnas. La abuela de mi madre era india. Mi padre contaba que había sido capturada a la fuerza. Viví mucho tiempo en la zona rural, fui experimentando las cosas, plantando, cosechando y cuidando a los animales. Y así fue surgiendo mi relación con la tierra y con la naturaleza. Mi infancia tuvo lugar en la naturaleza, realmente, me bañaba en el río, pescaba con la mano. Acompañaba a los garimpeiros y fue una experiencia muy interesante porque, de cierta forma, convivías con la realidad del lugar, que estaba centrada en la extracción, venían buscadores de metales de todas partes. Después llegó el carbonado, el diamante negro, que buscaban para cortar vidrio y embellecer a las mujeres de la época con anillos, pendientes, collares. Y la Chapada empezó a sufrir esos impactos, y empezamos a entender que las cosas no podían seguir así. En ese momento se fueron formando los grupos, el SOS Chapada Diamantina, ahora el GAP [Grupo Ambientalista de Palmeiras], que ayudé a crear.

Trip – ¿Cómo tenían lugar esas explotaciones?
JB – En realidad de forma aleatoria, porque no había un control. La gente hacía lo que quería, deforestaban, prendían fuego, criaban ganado dentro de la reserva. Y todo eso fue generando un impacto y enseguida la necesidad de crear el parque [Nacional de la Chapada Diamantina], un área de preservación de 152.000 hectáreas. Entonces llegó el Instituto BDF, y nosotros siempre fuimos siguiendo el proceso, y viendo la forma más viable de preservar esto y siempre fijándonos en los conflictos que había, porque la gente es muy interesada. Los granjeros y la gente que usaba la reserva para para llevar a su ganado en la época de sequía. Y el parque en realidad se creó para la preservación del agua, porque uno de los principales manantiales de uno de los ríos más importantes de Bahía, el río Paraguaçu, nace aquí. Pero nosotros comenzamos ese movimiento de preservación mucho antes. Empezamos a detectar la degradación y, sin mucho apoyo, subíamos la sierra incluso descalzos y por voluntad propia para combatir los incendios. Cuando el grupo se sentó para discutir esta cuestión surgió toda la problemática: el río, la arborización, la plantación de árboles, y una serie de cosas que fuimos juntando para montar nuestra estructura. Pensando en garantizar el futuro de las próximas generaciones. Teníamos esa concepción de la importancia de la conservación. Y los incendios destruyen desde el microorganismo de la tierra hasta el mayor árbol, el mayor animal, lo quema todo. Pero también existe la cultura del fuego.

Trip – ¿Qué es eso?
JB –
Quiere decir que cuando quemas la tierra, tu plantación sale mejor, el pasto crece más. Entonces ellos preparan la tierra quemándola, pensando en el ganado.

Trip – ¿Las quemas, entonces, son deliberadas?
JB – Muchas veces aquí en nuestra región, incluso dentro de la reserva, el fuego es provocado, la gente llega y prende fuego. Y los motivos son esos, para cultivar el pasto para el ganado, para la caza, para ahuyentar a animales de su hábitat. Pero los incendios aquí en la Chapada son intencionados y criminales, los incendios accidentales son muy raros. Sólo cuando algún turista que subió a la montaña e hizo una hoguerita no tomó la precaución suficiente. O un labrador que preparó su terreno, pero no tuvo el cuidado de hacer el cortafuegos bien, la orientación del viento, esas cuestiones que se exigen para la quema controlada. Pero yo creo que hay que eliminar estos fuegos. La preparación de la tierra debe hacerse con materia orgánica. Ellos alegan que da mucho trabajo, pero, en realidad, la materia orgánica es lo que garantiza la fertilidad de la tierra. Y, cuando quemas la tierra, la pierdes. El primer fuego que avistamos fue en la Sierra del Candombá. Avistamos el humo y todo el mundo fue para allá.

Trip – ¿Y qué te motivó a ir?
JB – En realidad el propio sentimiento de preservación, de no dejar que el fuego destruyese nuestros manantiales, nuestros bosques. Algo hizo “clic” y me dije “vamos para allá”. Empezamos ahí. Enseguida se fueron uniendo más adeptos, y el equipo del Ibama llegó en esa época y empezaron a mirarnos con otros ojos, empezaron a darnos una estructura, a darnos equipos de combate a incendios. En ese momento llegaron los uniformes, las botas. Y adquirió una dimensión tan grande que hoy tenemos un contingente de más de 150 brigadistas.

Trip – ¿Quién forma parte del GAP?
JB – Es algo revolucionario en Brasil. Y todo el mundo es voluntario. Ahora, en el año 2000, se inició la contratación de un equipo que el gobierno convoca en el periodo que denominamos crítico, que va de agosto a septiembre. Hoy tenemos un contingente de 46 hombres contratados para la operación de combate a incendios. Y eso para nosotros es muy gratificante, porque todo empezó de la nada. Y entonces empezamos a preocuparnos de una serie de cosas. Yo quise eliminar el ganado suelto, y se realizaron estudios con respecto a la cría de ganado en la reserva, y así pudimos comprobar que los animales que pastaban en estas áreas estaban generando un gran trastorno en la reserva, como garrapatas en los animales silvestres. Es una cuestión compleja, porque nosotros lo sabíamos. El vaquero estaba deforestando para hacer su corral, el ganado estaba pisoteando todos los manantiales, provocando erosión, sedimentación, y eso tenía que acabar, no podía seguir. Hicimos entonces un diagnóstico de todo el área que estaba suelta para el ganado, registramos a todos los granjeros, y con ello se retiraron más de 20 cabezas de ganado en toda la reserva.

Trip – ¿Hubo alguna otra ayuda externa?
JB – Después vino el Ibama, y con la división que llevaron a cabo quedó el ICMBio [Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad]. Nos parecía poco, porque la reserva es grande. Entonces llega ese periodo en el que la brigada es contratada y presta algunos servicios centrados en las cuestiones de incendios. Está la propuesta de educación ambiental que también se refiere a las cuestiones de incendios. Junto al ICMBio formamos una alianza con una propuesta sobre los residuos de las comunidades que están en los alrededores del parque para que la basura no sea llevada a los manantiales ni a los ríos. Está, también, la parte de reforestación, en que montamos una mini huerta que cultiva esquejes para diseminar en las áreas quemadas, en las riberas de los ríos, en los bosques ribereños y en la arborización urbana. Es un trabajo hecho con amor, de verdad. Y tenemos la esperanza de que el hombre evolucione para que todo lo que está relacionado con el ambiente sea preservado. Porque, si no preservamos las aguas, ¿qué va a ser de nosotros? Una cosa que suelo decir es que “el agua es la sangre de la tierra”.

Trip – ¿Y con respecto a la participación de la sociedad?
JB –
Yo creo que hemos evolucionado mucho. La gente hoy cree. Ves a las señoras que van a limpiar el río, los niños a acampar. Es muy gratificante. Sólo no se puede hacer nada. Siempre digo esta frase: “Ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos”. No sé de quién es la frase, pero es linda. Pero también necesitamos más apoyos, los órganos competentes tienen que estar junto a las organizaciones ambientales para que este trabajo, de cierta forma, se concrete. Vemos que aún hay una distancia muy grande entre el poder público y las ongs. Hoy luchamos para tener nuestra independencia. Pero es complejo captar recursos. Hay unas convocatorias que el gobierno y algunas empresas lanzan, pero veo que existe una burocracia enorme para entrar en determinado proyecto, para que uno se adecúe a los parámetros que ellos quieren.

«El GAP nació así: se sentaron unos locos y empezaron a analizar los problemas ambientales y los que están relacionados, como las quemas, recuperación de bosques y una serie de cosas. Y entonces las ideas empezaron a surgir y la cosa fue evolucionando. Y evolucionó tanto que ahora nos están dando premios [ríe]. Pudimos mostrar que nosotros podemos cambiar, hacer las cosas de otra manera.”

Trip – Háblanos sobre el origen del GAP.
JB –
En realidad el GAP nació así: se sentaron unos locos, como solemos decir, en una excursión, y empezaron a analizar los problemas ambientales y los que están relacionados, como quemas, recuperación de bosques ribereños y una serie de cosas. Y entonces las ideas empezaron a surgir y la cosa fue evolucionando. Y evolucionó tanto que ahora nos están dando premios [ríe]. Pudimos mostrar que nosotros podemos cambiar, hacer las cosas de otra manera. El grupo empezó con este grupo de amigos. Después definimos que en el patio de la casa de cada uno de los miembros se crearía un área para empezar a sembrar esquejes de árboles. Al principio cada uno cuidaba de su patio, todo el mundo iba a recoger semillas, identificando algunas matrices en el campo, y las traíamos a los patios y empezamos a plantar lo que sería un mini huerto en cada patio. Enseguida, la plantación alcanzó tal tamaño que no cabía más en los patios, y vimos que necesitábamos un terreno. En ese momento todos éramos adolescentes, dependíamos de nuestros padres, no teníamos ningún recurso. Pero apareció un terreno y dije: “Vamos a comprar esa tierra y montar nuestra estructura ahí”. Y fue lo que pasó. Junté algunos ahorros que tenía y compramos el terreno.

Trip – ¿Y qué es lo que, más específicamente, hacen?
JB – En este terreno tenemos la parte de poda – plantamos árboles y luego tenemos que podarlos para introducir las plantas menores dentro. Está el huerto en el que sembramos los esquejes, una variedad de esquejes: nativos, exóticos, ornamentales y frutales. Hace unos 15 años, en nuestra ciudad se dejaba la basura en medio de la calle, era una locura. Y yo me di cuenta de que no podía ser así, tenía que haber algún otro método para cambiar la conciencia de la gente, para que eso no sucediera más. Y entonces luchamos. Como ya teníamos un lugar, empezamos a traer los materiales reciclables aquí. Hubo algunas polémicas, la comunidad, al principio, no asimiló bien las ideas e hizo algunas críticas. Pero nosotros seguimos, lo forramos todo de materia orgánica y empezamos a plantar este mini bosque dentro de la ciudad que hoy a la gente le encanta.

Trip – ¿Qué pasaba con los materiales reciclables después?
JB – Después de juntar muchas cosas, surge la necesidad de un compactador para llevar a cabo la compactación de los residuos. Hicimos campañas en la calle, sensibilizando a la comunidad sobre la cuestión de la separación de la basura. Las cosas fueron evolucionando y hoy somos referencia en la Chapada.Ya hay algunas ciudades haciendo este trabajo también, y para nosotros es muy importante la diseminación de estas ideas. Hoy en día ya se habla sobre crear un consorcio de los municipios de la Chapada. Todo esto debido a nuestra iniciativa. La cuestión de los residuos es algo muy serio. Tenemos que estar atentos. Lo que realmente pedimos es que las autoridades competentes presten atención a estas cuestiones

Trip – ¿A la comunidad, al principio, le extrañó su trabajo?
JB – ¿Cómo se lo tomaron? Es una cuestión cultural. Eso de trabajar con la basura viene desde la infancia. Cuando no querías ir a la escuela, tu madre decía: “Mira, si no vas a la escuela vas a acabar siendo barrendero, vas a acabar siendo basurero” [ríe]. Entonces, la basura provoca ese rechazo por ser algo sucio pero, cuando la separas, la tratas, es fácil de manejar. Pero mucha gente no le da importancia, lo mezclan todo y se convierte en ese lío. Estamos haciendo algo nuevo, y la gente tiene que tener otra visión. La mayor dificultad de la organización es la falta de recursos, de estructura. Las ganas de hacerlo posible están ahí, igual que el amor.

“Es una cuestión cultural. Cuando no querías ir a la escuela, tu madre decía: “Mira, si no vas a la escuela vas a acabar siendo basurero” [ríe]. Entonces, la basura provoca ese rechazo por ser algo sucio pero, cuando la tratas, es fácil de manejar.”

Trip – ¿Qué significa transformación para ti?
JB –
Es lidiar con las cuestiones socioambientales en el día a día realmente. Tener ese ideal, y no quedártelo para ti, sino hacer que entre en la cabeza de otras personas. Cuando una persona me dice que separó la basura o plantó un árbol es muy gratificante. Hay que difundir estas acciones, la gente tiene que tener esto en la cabeza y entender su importancia para garantizar nuestra supervivencia y la de futuras generaciones. Porque si no, no tiene sentido. ¿Qué vamos a dejar? Y hoy ha adquirido unas dimensiones tan grandes con el cambio climático, el calentamiento global, que tenemos que luchar con uñas y dientes de verdad. En un lugar llueve mucho, en otro nada, y así tenemos esta cosa disarmónica. Todo es culpa nuestra, que prendemos fuego, deforestamos, contaminamos, en pro del capitalismo, del dinero. Creo que tenemos que poner los pies en la tierra y pensar en la calidad de vida. El hombre, que se cree civilizado, tiene que aprender mucho.

Trip – ¿Te consideras un activista?
JB –
No puedo decir que me considere uno, pero siempre trato de ser fiel a la idea de preservación, de amor al prójimo. Si conseguimos esta unión llegaremos lejos. Y no hablo solo de este pedacito del planeta, no, hablo del mundo entero. Hay tantos conflictos, tantas guerras por intereses.

Trip – ¿Hay algún lugar del mundo que te gustaría conocer?
JB –
Para ser sincero, creo que esto de aquí ya me basta. Incluso porque eso de tener dinero es algo muy distante para mí [ríe]. Pero soy feliz así, lo poco que consigo me satisface. Estamos en búsqueda de evolución, y creo que tenemos que insistir mucho en la parte espiritual, el ser humano tiene que tener mucho amor, incluso para plantar una pequeña semilla que coges en el bosque, la traes aquí y la pones en la tierra para que germine.

En una foto en blanco y negro, el mismo hombre de la foto de portada, dentro de un camión, abre con la mano izquierda, delante de su cuerpo, una cortina formada por tubos de tejido en la puerta del vehículo, y sonríe a la cámara, con la boca abierta. Lleva un tejido negro sobre la cabeza, está con el pecho descubierto y viste pantalón oscuro. El camión está todo cubierto de estas cortinas, en hileras verticales, algunas de ellas compuestas por latas de aluminio. Encima de la cabina del camión hay una estructura rectangular sobre una base de metal, cubierta por un tejido negro, en el que se leen algunas palabras, repetidas en bloque: “garra, atitude, paz” (agallas; actitud, en el sentido de iniciativa; y paz, en portugués), en letras blancas. Al fondo, una colina repleta de vegetación y el cielo, con algunas nubes.

Joás ayudó a crear el Grupo Ambientalista de Palmeiras, que hoy lleva la recogida de basura allí donde el ayuntamiento no llega (Difusión/ Trip Transformadores)

Trip – ¿Cómo te ve la gente de la comunidad?
JB –
En realidad a la gente le parezco loco [ríe]. Incluso mi familia nunca pudo entender por qué soy así, puesto que mis hermanos son diferentes. Mi padre y mi madre pensaban que mis ideas eran una locura. Pero siempre supe que iba por el buen camino. Y, cuando empezamos con eso de apagar fuegos, de recoger basura, la gente no lo entendía. Una vez trajimos a la ciudad una [serpiente] cascabel del bosque para mostrar que era importante, que podía morir, que formaba parte de ese ecosistema. Cada ser vivo que habita el planeta tiene su importancia.

Trip – ¿Qué es eso de que te tiraste al río para salvar a un ciervo y estuviste un día desaparecido?
JB – En este río nuestro cuando el agua baja, baja tan fuerte que da miedo. Si uno no tiene agallas el río se lo lleva. Una mañana, había llovido mucho en la cabecera del río y se acercaba una tromba de agua. Yo iba andando por la ribera del río y vi una cabecita ahí en medio y pensé: “¿Qué es eso?”. Estaba con mi hijo mayor en su carrito. Bloqueé las ruedas del carrito y me tiré. Cuando me acerqué vi que era una ciervita. Entonces, bajé el rápido con ella: “¡Vámonos, no vas a morir, no!”. Ella ya estaba sin aliento y yo no sabía si lo conseguiría. Y la inundación nos llevaba hasta que llegamos a un remolino, que la tiró hacia abajo. Entonces me sumergí y pude coger sus patas traseras y salí arrastrándola. Cuando llegué a la orilla dos personas se acercaron y pedí que me ayudaran a cargar a la ciervita, que era grandecita y además yo estaba bien cansado. Entonces la cogimos y la llevamos a la calle. Enseguida empezó a llegar gente para ver aquello. Lo estoy contando rápido, ¡pero duró todo el día! Fue una historia larga. La gente pensó que yo había muerto [ríe]. Y la ciervita estaba embarazada, iba a parir.

Trip – ¿Tienes idea de cómo fue a parar al río?
JB –
Estaba huyendo de dos cazadores. Los tipos habían mandado a los perros detrás de ella, y para no morir se lanzó a la crecida del río. Fue muy emocionante. Y una cosa que no voy a olvidar nunca es que ya por la tardecita, después de que la lleváramos a un lugar seguro, los dos perros vinieron a por ella. Nosotros les dimos una buena. En esa época yo ya estaba con eso de defender a los animales, hacer campaña para que la gente no cazara, no matara a los animales. Y cuando fue anocheciendo los cazadores llegaron a por ella. Yo dije: “No, amigo, ahora la vamos a soltar. Se va a su hábitat”. “No, porque perdí toda la noche y tal”, dijo uno de ellos. “Mira, tú no le pones la mano encima. Ella está protegida.” Y se quedaron muy molestos, querían comer la caza. Al día siguiente cogimos el coche y la llevamos al bosque. Hay una frase Baba que dice: “Las manos que ayudan son más sagradas que los labios que rezan”. Por lo tanto, tenemos que actuar.