Cuando el Presidente Donald Trump anunció la salida de los Estados Unidos del Acuerdo de París, que trata del cambio climático en todo el planeta, potencias mundiales, especialmente los que conforman el G20, y  gran parte de los estadounidenses hicieron duras críticas a la decisión.

Diez estados y 187 ciudades estadounidenses respondieron con la formación de la Alianza de los Estados Unidos para el Clima (United States Climate Alliance), con el objetivo de cumplir con los objetivos del pacto. Y la ciudad de Nueva York se convirtió en un modelo dentro de la Alianza al implementar proyectos ambientales visionarios.

“COOL NEIGHBORHOODS NYC”
Dos semanas después de la decisión de Trump, el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, anunció el programa que promete centralizar las principales acciones de sostenibilidad para la ciudad. Presentado como Cool Neighborhoods NYC, la iniciativa tiene un presupuesto de 106 millones de dólares y pretende beneficiar especialmente a la población más vulnerable a los efectos nocivos del calor.

«El cambio climático es una amenaza creciente para la humanidad. Haremos todo lo posible para preservar un planeta habitable y una ciudad resiliente. Nada de lo que suceda en Washington va a cambiar eso», garantizó De Blasio.

En Nueva York, el calor extremo es la causa principal de mortalidad por condiciones climáticas. En los últimos años, los hospitales de la ciudad atendieron, en promedio, 450 llamadas de emergencia relacionadas con altas temperaturas, con 150 hospitalizaciones y 115 defunciones anuales.

Una de las alternativas sostenibles que ha recibido mayor atención de la comunidad son las azoteas verdes.

Desde 2008, la ciudad otorga reducción de un año de impuesto o alivio fiscal de 4,50 dólares por 929 centímetros cuadrados para cualquier persona que adopte el proyecto, hasta el límite de 100.000 dólares o la responsabilidad fiscal del edificio, lo que sea menor.

En el centro de la foto, una mujer, de perfil hacia el lado derecho de la imagen, y agachada, tras varias flores lilas, amarillas, y alguna otra planta, que quedan en primer plano. Tiene piel blanca y pelo rubio liso recogido en una coleta, y lleva camiseta azul real de manga corta, pantalón negro, y gafas de sol. Detrás de ella, una barandilla con reja verde agua oscuro a través de la que se ven edificios.

Ideada por Vicki Sando (foto), la azotea verde de la a escuela PS 41 tardó seis años para quedar lista (Leopoldo Senra / Believe.Earth)

Los costos de instalación iniciales son altos, pero la inversión vale la pena. Los techos verdes reducen los costos de energía y mantenimiento, protegen las azoteas de la exposición excesiva al sol, amplían la retención de calor durante las estaciones más frías, disminuyen el ruido interno y aumentan el valor de las propiedades.

Uno de las primeras entusiastas de la implementación de azoteas verdes en escuelas de Nueva York, es la maestra Vicki Sando, autora intelectual del jardín del techo de la escuela PS 41 The Greenwich Village. Para ella, proyectos como este son «una herramienta de enseñanza invaluable», sobre el cambio climático y otros problemas ambientales. «Es vital que nuestros niños se reconecten con la naturaleza – sobre todo los niños urbanos», dice Vicki, quien será responsable de coordinar una conferencia sobre azoteas verdes que tiene como objetivo ayudar a otras escuelas a seguir su ejemplo.

Los 1.400 metros cuadrados de terraza de PS 41 son ocupados por vegetación y paneles solares. El espacio se convirtió en referencia para la región. «Al dejar el Acuerdo de París, Trump envió un mensaje muy malo para el resto del mundo sobre la falta de compromiso con el medio ambiente y el cambio climático», dice Vicki. «Tenemos que mostrar al Gobierno y a los que están con él que lucharemos contra sus políticas atrasadas y dementes. No vamos a desistir del bien de todos los seres vivos. Lo más importante que podemos hacer es enseñar a nuestros hijos las herramientas que necesitan tener para resolver estos problemas ambientales desafiantes y complejos que van a heredar de nosotros».

THE HIGH LINE PARK

Un puente para peatones, en dirección a la cámara, con la parte interna de la barandilla rodeada de plantas variadas. En el lado derecho de la foto, sobre el puente, hay varias personas circulando. Al lado izquierdo, debajo del puente, hay escombros y algunos carros aparcados. Al fondo, edificios.

Modelo de sostenibilidad, the High Line Park fue construido en un área que anteriormente albergaba una línea de ferrocarril abandonada y llena de basura (Leopoldo Senra / Believe.Earth)

El espacio donde hoy está The High Line Park, que recibe 8 millones de visitantes anualmente, era una vía de ferrocarril elevada abandonada que atraía basura y delincuencia. Fueron más de dos años de planificación y construcción involucrando arquitectos, diseñadores y paisajistas.

Nombrado como uno de los más importantes parques-modelo del mundo, High Line es más que un jardín sobre rieles: es el escenario para eventos públicos de arte, cultura y educación.

«Los espacios verdes que funcionan como organizaciones culturales, como High Line, tienen un sinfín de oportunidades para interactuar con el público. Especialmente en momentos difíciles como el que nos enfrentamos hoy en día, las personas necesitan lugares para juntarse», dice la educadora Katie Henry, gerente de programas escolares y familiares de High Line. «Además, en una ciudad que está cambiando, es importante que se mantengan los elementos del pasado industrial del barrio para contar una historia completa».

Una mujer sonríe, de frente a la cámara, en el centro de la imagen. Tiene piel blanca y el pelo ligeramente ondulado, rubio, recogido en una coleta alta, y un flequillo que le cubre la frente. Viste una camisola jean claro de manga corta, pantalón negro y collar negro de esferas grandes, por encima del pecho. A su alrededor, hay varios arbustos y plantas, y una pista de paseo de cemento. Al fondo, un pasadizo, y a la izquierda, una pasarela plateada.

La educadora Katie Henry cree que los espacios públicos verdes conectan personas entre sí y con la naturaleza (Leopoldo Senra / Believe.Earth)

Según Katie, en el parque se hacen mensualmente festivales gratuitos que combinan arte, danza, música y proyectos de sostenibilidad. Hay clases de baile, programas de bienestar, como meditación, observación de estrellas y el altamente renombrado High Line Art, que incluye exposiciones y espectáculos artísticos.

«Iniciativas como la azotea verde son también proyectos sociales, porque acercan a las personas y las  ponen en contacto con la naturaleza y sus ciclos», dice el presidente de Associação Tecnologia Verde Brasil (ATVerdeBrasil), Renan Eschiletti Guimarães, abogado especialista en derecho ambiental. «También tienen importancia económica, ya que regeneran una región, como ocurrió con High Line, que antes no tenía utilidad».

Nueva York nos ha enseñado que cuando las áreas verdes retoman lugares que el hormigón y el hierro les sacaron, habitantes y ciudades ganan más espacios donde los días fluyen sin tanta aspereza.