Cada vez que un árbol es talado para dar paso a pastizales, se inicia un ciclo que nadie ve, pero todos sienten. La deforestación libera dióxido de carbono a la atmósfera y termina con las posibilidades de revertir la acción humana a través de la naturaleza, ya que los árboles tienen el poder de eliminar el carbono de la atmósfera y reducir así el efecto invernadero. Cuando se ocupa la zona devastada por ganado, se completa la cadena que es perjudicial para el medio ambiente.

El proceso digestivo de los rumiantes, como bovinos, búfalos, ovejas y cabras, y la gestión de sus residuos produce metano, otro gas causante del efecto invernadero. Una tonelada de metano equivale a 21 toneladas de CO2. «La historia de la deforestación de la Amazonia ha sido la tala de árboles para dar paso a la ganadería», afirma el director ejecutivo del Instituto investigación ambiental Instituto de la Amazonia (IPAM), André Guimarães. «Luchar contra la deforestación es la meta más apremiante de Brasil para reducir sus emisiones».

El avance de la agricultura, uno de los pilares de la economía brasilera, sobre la selva amazónica y el Cerrado está poniendo en peligro el cumplimiento de los objetivos contra el cambio climático adoptados por el país con la comunidad internacional. Teniendo en cuenta la producción total en el territorio nacional de gases del efecto invernadero, un 51% está vinculado a la deforestación, según el último informe del Observatorio del Clima, una organización que reúne a 42 ONGs vinculadas al tema.

En el año 2015, el gobierno asumió un compromiso en el Acuerdo de París, tratado aprobado por 195 países, para emitir un máximo de 2,068 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente en el año 2020. El término CO2 equivalente se utiliza por los expertos para describir los gases que conducen al calentamiento global.

Los objetivos se dividen en cinco segmentos: agricultura, energía, procesos industriales, tratamiento de residuos y cambio de uso de la tierra y silvicultura, incluyendo deforestación. Algunas las metas nacionales son reducir el 80% de la deforestación de la Amazonia y el 40% del Cerrado, en relación a lo verificado en el período entre 1996 y 2005, y reducir en 18% la emisión de CO2 equivalente en la agricultura. Pero Brasil no está haciendo sus deberes.

El Sistema de Estimaciones de las Emisiones de Gases de Efecto Invernadero (SEEG), del Observatorio del Clima , lanzado en octubre, muestra que, en 2016, la deforestación de la Amazonia aumentó 27% en comparación con el año anterior, resultando en 23% el  incremento de  las emisiones ligadas al cambio de uso de la tierra y los bosques . El informe señala que la agricultura y la ganadería son las principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero en el país. Sumando las emisiones directas de la agricultura (22%) y las producidas por cambios en el uso de la tierra (51%), el sector representaba el 73% de las emisiones nacionales en el año 2016.

El problema es que Brasil es el mayor exportador de carne bovina del planeta, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO). ¿Cómo seguir generando riqueza en el sector agrícola sin causar tanto daño al medio ambiente? No existe una respuesta definitiva a esa pregunta, pero hay caminos viables. Uno de ellos es asegurarse de que aumentar la producción agrícola no se haga a expensas de la tala del bosque. «El reto es aumentar la productividad de las áreas ya existentes, fortaleciendo la vigilancia para que no haya más deforestación», dice André Guimarães, de IPAM.EMISIÓN DE CO2 EN BRASIL: Emisiones brutas de gases causantes del efecto invernadero, entre 1990-2016 (en toneladas de CO2 equivalente)

CONVIVENCIA MÁS ARMÓNICA
Una iniciativa prometedora se está desarrollando en los centros de investigación de la Empresa Brasilera de Investigación Agropecuaria (Embrapa). Es el proyecto Carne Carbono Neutro, lanzado en 2011, que evaluó los seis biomas existentes en Brasil: Bosque Atlántico, Caatinga, Pantanal, Pampa, Amazónico y Cerrado. El proyecto contó con la participación de más de 350 investigadores, resultó en un detallado registro de las emisiones agrícolas de Brasil e identificó una serie de medidas que pueden adoptarse para reducir o compensar la producción de gases de efecto invernadero.

Una de las maneras más simples para abordar la cuestión es producir menos CO2 por animal sacrificado, mostraron los estudios de Embrapa. Según los datos recogidos, en el Cerrado y en el Bosque Atlántico es posible hacer mejorías, tales como rotación de pastoreo y mejoras en la fertilización, para reducir el tiempo promedio de matanza de cuatro a tres años por cabeza, ahorrando un año de emisiones por cada buey.

Otra solución es trabajar en la misma propiedad, el ganado y la plantación de árboles, especialmente de eucaliptos, en medio de los pastos, en una proporción de 200 a 400 plantas por hectárea. Como los árboles de eucalipto tienen un ciclo relativamente corto, de seis a siete años y un gran uso comercial, ya que puede ser utilizado en la fabricación de muebles, vallas y celulosa, la integración se convierte en un ingreso extra para el productor.

La coexistencia de animales con el verde se practica actualmente en 351 millones de acres de tierra, según estimaciones publicadas en el libro Drawdown: The Most Comprehensive Plan Ever Proposed to Reverse Global Warming (Drawdown: el plan más completo jamás propuesto para revertir la calentamiento global, en traducción libre), del ambientalista Paul Hawken. Si la medida se expande y llega a 554 millones de acres hasta el año 2050, las emisiones de dióxido de carbono pueden ser reducidas en 3,2 gigatoneladas.

A diferencia de los que predican el sentido común, el eucalipto no estropea la tierra ni impide que otras plantas nazcan a su alrededor. «En el cultivo intensivo de este tipo de árbol, el espaciamiento entre plantas es muy pequeño, lo que impide la entrada de la luz, evitando el crecimiento de otras plantas en la base», explica uno de los coordinadores del programa de Carne Carbono Neutro, Roberto Giolo, de Embrapa Gado de Corte. «En la integración, la separación es mucho más grande, para permitir el pastoreo alrededor».

Unir ganado y árboles no es, estrictamente hablando, una nueva técnica. Algunos cultivadores ya se benefician con el aumento de la productividad y mejora de la calidad del suelo presentada por este sistema desde hace más de 30 años, bajo la supervisión de Embrapa y con otros métodos y nombres. Es el caso de la Integración Labranza Pecuaria (ILP), Integración Labranza Bosque (ILF, por sus siglas en portugués) e Integración Pecuaria Bosque (IPF, por sus siglas en portugués). La novedad es que, en Carne Carbono Neutro, la práctica se centra en la compensación de las emisiones de carbono.

Para monitorear los resultados de Carne Carbono Neutro, Embrapa realiza ensayos en nueve propiedades comerciales en el Cerrado, el Bosque Atlántico y la Amazonia, biomas que concentran alrededor del 70% de la actividad ganadera brasilera. La idea es que la carne certificada de estos lugares llegue hasta las carnicerías y supermercados brasileros y extranjeros en el año 2019.

Para uno de los participantes de este proyecto piloto, el productor Antonio Pitangui de Salvo, de Curvelo, Minas Gerais, además de traer sombra para el ganado y protección de los vientos, los árboles aseguran un mayor equilibrio económico. «El bosque termina siendo una especie de cuenta de ahorros, que rinde una ganancia cada seis o siete años, cuando vendemos la madera».

Embrapa mapeó 1,8 millones hectáreas de pastos (cerca de 1% del total del país) que podrían encuadrar en la certificación. Si estos propietarios desean recibir el sello de carbono neutral, será necesario cumplir con los procesos de adecuación. Para aquellos que no practican la integración, el camino es más largo: será necesario contar con reservas para financiar la primera ronda de plantación de árboles y evaluar si la región en donde se encuentra la propiedad tiene, por ejemplo, mercado para el aprovechamiento de la madera.

MÁS ALLÁ DEL PRECIO
Las experiencias aquí indican que juntar actividades en una misma área puede ser positivo para el medio ambiente y para los bolsillos de los productores. Pero no hay, todavía, una evaluación concluyente de los resultados económicos y de la respuesta de los consumidores en caso de que la certificación incluya costos extra en el asado del fin de semana. «Factores tales como cambios en el precio de la madera y el arroba del buey pueden interferir bastante en el proceso», explica Alexandre Berndt, jefe adjunto de investigación y desarrollo de Embrapa Pecuaria Sudeste. «Después de todo, ¿cuánto estamos dispuestos a pagar demás para comer un bistec con la conciencia ambiental tranquila?» Aún así, la integración es una calle de sentido único, cree.

«La sociedad no acepta más que se produzca azúcar en condiciones análogas a la esclavitud y quemas que causan problemas respiratorios. Del mismo modo, la ganadería tiene que evolucionar y responder a través de una mayor productividad y menos deforestación».

Para aquellos que quieren dar un paso más allá y abandonar el consumo de carne de una vez, las encuestas sobre el impacto de esta actitud en la reducción de las emisiones son aún escasas. Más raros aún son los estudios que consideran la realidad de cada país. Uno de los referentes más confiables es una encuesta hecha por la Universidad de Oxford en Inglaterra (véase la tabla a continuación), la cual evalúa, en una escala global, que la adopción del vegetarianismo reduciría las emisiones en un 63%.

PLATOS LIMPIOS

Estudio de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, evaluó cuál sería el impacto de los cambios alimentarios mundiales en diferentes escenarios hasta 2050:

  • Priorizar el consumo de pescado, en lugar de otros tipos de carne, podría reducir las emisiones de CO2 equivalente en 29%.
  • Adoptar el vegetarianismo sería eficaz para reducir las emisiones en un 63%.
  • Practicar el veganismo, donde no se admite ningún  producto de origen animal, haría que las emisiones cayeran un 70%.