Era un día cualquiera de 2012 en el complejo Cantagalo/Pavão-Pavãozinho, conjunto de favelas ubicado en la zona sur de Río de Janeiro. Por la televisión del bar, Leandro Neres Abrantes miraba un reportaje que mostraba que la comunidad, su comunidad era considerada la más sucia de Río de Janeiro. La basura ocupaba todos los rincones. Un brutal contraste con la belleza del horizonte, rodeado por las playas de Copacabana, Arpoador e Ipanema.

Fue en ese momento que Leandro, hoy con 35 años, supo su misión de vida: hacer del complejo un lugar más consciente, limpio y sostenible a partir de la recolección selectiva y reciclaje de residuos. «Este terreno estaba lleno de piedras, malezas, basura y heces», dice, señalando la sede de Favela+Limpa (Favela más Limpia), proyecto que alienta a los residentes a deshacerse correctamente de materiales en desuso, principalmente electrodomésticos, metales y aceite de cocina quemado, haciendo dinero con eso.

«Al principio, daba materiales de limpieza a cambio de lo que recibía», dice Leandro. «Pero había un montón de quejas. Las personas me decían que necesitaban comer, que el trapo de piso no llena la barriga. Pasé a comprar los residuos según el peso – y eso atrajo a otras personas. Hoy, muchos hogares se abastecen con los ingresos del reciclaje».

Un kilo de latas de bebida cuesta 2,50 reales. La misma medida de aluminio rinde 3 reales; cobre, 10 reales; metal o bronce, 6 reales. Vidrio y botellas de plástico pet, por ahora, no se aceptan, por el volumen que ocupan y la dificultad de manejo. «Voy a construir dos pisos más aquí y, cuando haya lugar, también haré la recolección», dice Leandro.

Los 90 metros cuadrados del depósito de dos plantas, suelo pavimentado y revestimiento improvisado ya están repletos de baratijas. Apocalipsis y Génesis, sus gatos, pasean sinuosos entre ollas viejas y latas. Además de ser mascotas, los felinos están allí para evitar las ratas.

Leandro trabaja en el espacio de 90 metros cuadrados, que hoy en día recibe principalmente electrodomésticos, metales y aceite de cocina usado (Marina Lang / Believe.Earth)

Los materiales dejados por los residentes son desmontados, separados, agrupados o prensados para la reventa por kilo a centros de reciclaje. El creador de Favela+Limpa estima que el proyecto es responsable de la recogida de 110 toneladas de basura al año en el complejo, número que debe cuadruplicarse con la llegada de una nueva máquina de procesamiento, en octubre. Leandro puede mantenerse con el reciclaje y tiene un aprendiz y tres empleados, a quien les da comida y residencia. Ex-personas en situación de calle, los cuatro empleados volvieron a asistir a la escuela y hacer planes para el futuro.

El hambre, la vida sin un techo y el desempleo también marcaron el pasado de Leandro. Pero la falta de perspectiva lo hizo un batallador, alimentado por la fe de que otra realidad es posible. «Alguien tiene que hacer la parte sucia»,  dice. «Porque, si no se hace, nunca va a haber una parte limpia». Hoy ese ideal es un trabajo decente para todos, pero hasta hace poco era solo dificultades y lucha.

EL PODER DEL EJEMPLO
«¿Pensas que vas a cambiar el mundo?», escuchó Leandro uno de los días que recogía materiales reciclables frente a un bar en la comunidad. En vez de responder a la provocación del dueño del establecimiento, recogió las latas de cerveza y refrescos tiradas en la calle, se puso la bolsa de plástico en la espalda y se fue.

Poco después, el dueño del bar lo buscó para ofrecerle una carretilla para que dejase de cargar tanto peso. «Me negué», recuerda. «Dije que ya estaba bien solo con haber cambiado la conciencia. Modificar la percepción de los demás es muy difícil, aún más la de alguien con 50 y algo de años. Casi me rendí, pero fue ahí que me di cuenta de que la gente estaba siendo concientizada».

De izquierda a derecha, el equipo de Favela+Limpa: Pablo dos Santos, Sandro dos Santos, Marlon Abrantes, Leandro Abrantes con la mascota Jake y José Roberto Pompílio dos Santos (Marina Lang / BelieveEarth)

El proyecto nació y siguió sin apoyo del gobierno. Junto con Nivaldo Cavalcante, un residente del complejo que hoy se encarga de la recolección de aceite de cocina usado, Leandro organizó esfuerzos conjuntos de voluntarios para hacer la limpieza de los callejones y hablar con buena parte de las familias. Son más de 10.000 personas en 3.200 hogares, según datos del Instituto Brasilero de Geografía e Estadística (IBGE). «El trabajo no funciona sin la participación de la comunidad», afirma.

Durante los primeros años, Leandro no sabía si la iniciativa estaba teniendo efecto. La certeza solo vino cuando hizo una pausa en las actividades por falta de espacio para acomodar los reciclables. «De repente, la cantidad de basura comenzó a crecer aquí en el frente – incluso llegó hasta la esquina, cerró la calle», dice. «Ni el camión de la prefectura logró subir». Señal de que aquellos elementos descartados, antes hechos en cualquier lugar, habían tomado el rumbo de Favela+Limpa.

Ahora falta ampliar la concientización, ya que no todos en la comunidad se adhieren a la recogida selectiva. «Ser correcto no es fácil, pero tenemos que buscarlo», dice Leandro, subrayando que los residuos, si están mal trabajados, sólo traen problemas. «¿De dónde vienen las enfermedades? De la basura. Puedes pisar un metal y contraer tétanos; puedes soltar una llanta que acumula agua y tener dengue», afirma. «Todo el mundo produce basura, pero no todo el mundo se encarga de la suya. Intentamos demostrar que la correcta disposición de estos materiales es más que que una ganancia financiera, porque la basura, si no se trata, va a terminar con nosotros».

Los elementos son desmontados, separados, agrupados y prensados para la reventa por kilo a centros de reciclaje (Marina Lang / Believe.Earth)

El promedio de residuos sólidos por habitante en Brasil es de 387 kilos anuales, y solo el 58% de esos desechos continúan para un tratamiento correcto, según el análisis publicado el año pasado por la Asociación Brasileña de las Empresas de Limpieza Pública y Residuos Especiales (Abrelpe). El estudio concluyó que la cantidad de basura generada en Brasil es similar a la de los países desarrollados, pero el destino tiene el mismo patrón observado en países pobres.

El Diagnóstico y Tratamiento de Residuos Sólidos Urbanos de 2015 , publicado en marzo de este año por la Secretaria Nacional de Saneamento Ambiental, indica que solo el 2,3% de los 62,5 millones de toneladas de basura producida en Brasil llegaron a unidades de clasificación y separación. En 2014, este índice fue mayor, de 3,9%. Es decir, no es solo una cuestión de comunidades cariocas; es un problema de escala nacional.

El trabajo en el complejo muestra que la revolución puede ocurrir incluso sin la ayuda del gobierno. «Mi objetivo aquí no es solo el reciclaje», dice Leandro. «Quiero mostrar cómo conseguí la transformación, incluso con todas las dificultades de la comunidad, incluso con toda la cultura volcada contra eso». Es un quiebre de paradigma, añade. «Acepté el desafío y quiero más. Mi sueño ahora es ir a otros lugares y demostrar que hay capacidad de cambio».