No se puede negar que, en gran parte del mundo democrático, hay actualmente mucha desconfianza en la política, y los acontecimientos recientes han puesto en entredicho la noción de que la política es capaz de cambiar la vida de la gente para mejor.

Por un lado, hay un discurso del miedo que apunta a la necesidad de proteger a votantes y ciudadanos de todo lo diferente y garantizar privilegios individuales sobre la base de la narrativa de polarización de “nosotros contra ellos”. Hay, además, una élite política incapaz de comprender y establecer un diálogo con las nuevas exigencias de la sociedad, lo que deja un espacio libre para que lo ocupen aventureros y populistas. Los populistas no están por lo general preparados para enfrentar la complejidad de los asuntos públicos o señalar alternativas para la gestión del bien común.

Por otra parte, presenciamos escándalos de corrupción que revelan una manera trasnochada de hacer política, en la que se favorece a unos grupos a cambio de pagos considerables, lo que refuerza la noción de que la democracia es una farsa de unos pocos para unos pocos. Ante esta perspectiva pesimista es relativamente fácil caer en la desesperación y la desesperanza.

La buena noticia es, sin embargo, que la situación no es tan mala como parece. Al mismo tiempo que la política muestra signos de crisis y de colapso, en los márgenes del viejo sistema está emergiendo una nueva manera de hacer política, en la que ciudadanos y gobiernos están desarrollando una relación de co-construcción más fluida que posibilita llevar a cabo determinados experimentos. Estos experimentos son los componentes básicos del nuevo paradigma de la política en el siglo XXI.

En la ONG brasileña Update, comenzamos hace dos años nuestras actividades basándonos en la hipótesis de que en América Latina existía un ecosistema de nuevas prácticas políticas capaces de señalar nuevas formas de hacer política.

La opción de ceñirnos a América Latina no era solo por conveniencia geográfica, sino porque, tal como señalan los especialistas en innovación, “donde hay necesidad, hay innovación”.

De hecho, América Latina se enfrenta a tantos desafíos – es la región más desigual del mundo –, que se proyecta como laboratorio de innovación política. Fue aquí donde se desarrollaron tecnologías que luego fueron adoptadas en otros lugares del mundo – por ejemplo, el presupuesto participativo en Brasil, o el software para la participación electoral y política DemocracyOS, creado en Argentina e implementado en 15 países.

Motivados por la idea de que la región tenía mucho que aprender de sí misma y podía también ofrecer al mundo nuevas soluciones y maneras de proceder políticamente, emprendimos un amplísimo ejercicio de mapeo de la innovación política en la región. Mapeamos más de 700 iniciativas, desde iniciativas gubernamentales a iniciativas activistas más informales, que abordan cuestiones como la transparencia, la participación, la cultura política, el control social, el gobierno 2.0, etc., y que comparten todas ellas el mismo propósito: situar a los ciudadanos más cerca de la toma de decisiones.

Este no es un ejercicio trivial ni fácil de implementar, ya que requiere una nueva comprensión del rol del estado y, sobre todo, de lo que significa ser ciudadano en el siglo XXI. Desde 2015 venimos estudiando de cerca estas cuestiones y comprobamos que está emergiendo un nuevo estado, más permeable a la ciudadanía, y una nueva ciudadanía corresponsable de los éxitos y errores del estado. Esto significa que ciudadanos y gobiernos no son solo parte del problema, sino también parte de la solución. Pero para llegar a ese punto en el que la innovación no es un experimento sino una realidad, es necesario reconstruir el tejido social – es decir, debemos aprender a confiar en la capacidad de los ciudadanos. Esto es un auténtico desafío en América Latina, teniendo en cuenta que somos la región con los índices más bajos de confianza entre ciudadanos e instituciones. ¿Cómo vamos a poder construir confianza en una sociedad que confía tan poco en el estado? La respuesta es: a través del diálogo.

Existen numerosos ejemplos de cómo esto está ya ocurriendo en América Latina, a través de herramientas digitales que ayudan a los gobiernos a ser más transparentes (por ejemplo: Borde Político/Mexico y DataUy/Uruguay) y que ayudan a los ciudadanos a participar en las decisiones de políticas públicas (Ciudadano Inteligente/Chile y Wingu/Argentina); de grupos de activismo que presionan a parlamentarios y gestores públicos para que cumplan con la agenda de la sociedad civil (Nossas Cidades/Brasil y Fundación Equales/Chile); experimentos electorales que a partir de la creatividad y una narrativa de unión intentan superar las oligarquías de los partidos (Bancada Ativista/Brasil y Wikipolitica México); nuevos tipos de partidos políticos que incorporan planteamientos de democracia radical en sus procesos internos (Revolución Democratica/Chile y Partido de la Red/Argentina), y laboratorios de innovación pública en los que los ciudadanos co-crean las políticas públicas y reconstruyen el papel del estado (Laboratorio de Gobierno/Chile y RutaN/Colombia). Estos son sólo algunos ejemplos de la gran variedad de formatos e iniciativas que, centrados en determinadas cuestiones, buscan construir una nueva forma de hacer política y ejercer la democracia en América Latina.

Pero esta transformación política no vendrá de un solo lugar, o solo desde el estado, o solo desde la sociedad civil, sino de ambos, juntos como en una danza en la que cada uno sabe que le toca dar pasos distintos, pero con el mismo compás. La sociedad civil señala hacia dónde quiere ir, pero son los gobiernos y el estado los que tienen la capacidad de institucionalizar las demandas y transformarlas en políticas públicas y leyes.

De lo que estamos hablando es de una política más humana, más responsable, transparente, tolerante, orgánica, empática, abierta a reconocer errores y a la experimentación, y dirigida al bien común.

Es importante no olvidar que nos encontramos en un momento crítico, pero sin embargo muy potente y lleno de oportunidades. Tenemos la oportunidad de utilizar toda la indignación latente en la sociedad para crear nuevas relaciones y nuevos pactos sociales. Podemos encontrar maneras de contribuir a esta visión y participar en ella, evitando así que el espacio libre lo ocupen aquellos que solo buscan beneficios individuales y que la indignación crezca hasta el punto en que llegue a provocar aislamiento social y cinismo o, en el peor de los casos, violencia.

En Update somos optimistas. Buscamos promocionar el ecosistema de la innovación política con el objetivo de fortalecer y actualizar la democracia en América Latina.  Queremos ser uno más entre todos aquellos que están tratando de construir este contra-relato, y lo hacemos mostrando a toda la gente que, en nuestro país y en el extranjero, está creando y experimentando con nuevas maneras de hacer política. El objetivo es mostrar ejemplos y referencias, especialmente a los que han perdido la esperanza o están a punto de perderla. No todo está perdido, pero debemos evitar utilizar perspectivas erróneas. Te invito a mirar lo que Update está descubriendo. Y advierto: prepárate, porque te enamorarás de nuevo de la política.

 Artículo publicado originalmente en Open Democracy, el 3 de julio de 2017.