La ciudad de São Paulo tenía un poco más de 47 Km de sendas para bicicletas en 2010. En aquel momento, un movimiento sin líderes llamado Bicicletada, también conocido como Massa Crítica, estaba en el auge de sus reivindaciones. João Paulo Amaral, JP, iba todos los últimos viernes del mes, el día oficial del evento en varias ciudades del mundo, a la Praça do Ciclista, en la Av. Paulista, en São Paulo. Desde allí salían – y aún hoy salen – ciclistas que pedalean para, dar a conocer la bicicleta como un medio de transporte, pedir condiciones favorables para el uso de ese transporte y hacer más sostenibles los sistemas de desplazamiento de personas en las ciudades.

JP buscaba siempre llevar a un amigo que no pedaleaba. Pensaba que era importante que cada vez más personas tuvieran la oportunidad de participar de aquel momento, en la “concentración”, en el que personas están esperando para salir a pasear. Allí, la conversación sobre movilidad urbana, políticas públicas y medio ambiente suceden naturalmente y terminan involucrando a quién no conoce la causa. Pero JP a menudo oía un no como respuesta. La justificación era la inseguridad de andar en las calles de la ciudad. Como alternativa, se ofrecía ir a buscar al invitado a la casa y llevarlo de vuelta con seguridad.

Poco a poco, JP estimuló a otros amigos a hacer lo mismo. Y fue así, entre amigos y de una manera informal, que nació una de las redes más inspiradoras e importantes del activismo en bicicleta en Brasil: Bike Anjo (Bici Ángel). Formada por ciclistas experimentados y voluntarios, ayuda a los principiantes a pedalear, venciendo el miedo a las calles y eligiendo los mejores caminos. «La red fue oficializada cuando un periodista pidió nuestro contacto para difundir el servicio en un artículo. No teníamos ningún tipo de contacto y creamos en aquel momento una página web. Éramos cinco o seis, y en poco tiempo, los voluntarios fueron llegando», dice.

El mismo hombre de la foto de portada, de piel blanca, pelo corto, ondulado y castaño oscuro, de espaldas, va en bicicleta en dirección al fondo de la imagen, por la calle. Delante de él hay una señalización sobre el asfalto, en letras blancas, que dice “Pare”, y un paso de peatones. En el lado derecho de la foto hay carros aparcados, un poste eléctrico con una señal de “pare”y un teléfono público. En el fondo de la foto, varias casas con sus verjas de entrada, algunos coches aparcados y un árbol bajo.

La red creada por JP enseña a los ciclistas principiantes a escoger los mejores caminos por la ciudad (Pepe Guimarães/Believe.Earth)

COMUNIDAD GLOBAL
Pasaron siete años hasta que la estructura ciclovial de São Paulo alcanzó más de 400 Km. La red ganó una plataforma y cruzó fronteras: en la actualidad, son 5.660 voluntarios en 601 ciudades de 28 países, como Australia, Estados Unidos, Portugal y hasta Nepal. En algunos lugares, el movimiento adquirió el nombre Bike Buddy. En total, los grupos han hecho 14.200 asistencias.

La red también adoptó otros proyectos. De Bike ao Trabalho es una acción que promueve el uso de la bicicleta para llegar al trabajo y ocurre todos los segundos viernes del mes de mayo. Pero las experiencias más emocionantes surgen los días en que se imparten las clases de Escola Bike Anjo (EBA), que enseña a las personas de todas las edades a andar en bicicleta. «No hay palabras para describir la alegría de ver a una persona andando en bici por primera vez», dice JP.

Bicicleta nos Planos es una campaña en asociación con la União de Ciclistas do Brasil (UCB) para incluir este medio de transporte en las pautas de movilidad de las ciudades con más de 20.000 habitantes. Debido a este proyecto, JP vive recorriendo y hablando por todos lados sobre la inclusión de la bicicleta con colectivos, autoridades públicas y activistas en todo Brasil. «Más que un medio de transporte sostenible y revolucionario, la bicicleta es una de las mejores herramientas para involucrar a las personas y conectarlas con las ciudades y muchas otras causas», dice, que ya no recuerda cuando aprendió a andar en bicicleta.“La bicicleta está presente en los recuerdos más lejanos de mi infancia”.

Graduado en Gestión Ambiental por la Universidad de São Paulo (USP), JP vio nacer la pasión y la curiosidad por las ciudades todavía en la secundaria, a través de una pena dada por un profesor de geografía. Durante un viaje con la escuela, los estudiantes hicieron mucho lío y como castigo, tuvieron la tarea de construir una huerta en el espacio que era para un coche en el estacionamiento de la institución educativa. «Me di cuenta de que era mucho más divertido tener ese lugar ocupado por las plantas que por un auto», recuerda.

Pero fue en la facultad que el ideal de igualdad y calidad de vida en las ciudades ganó fuerza dentro de él. «Cada vez que escuchaba hablar en defensa del medio ambiente, era algo relacionado a los bosques, océanos y ríos. Casi nadie discutía este tema volcado a los grandes centros urbanos. Sentí que era necesario mirar a las ciudades, tan contaminadas y desiguales por el exceso de autos y con tan pocas zonas verdes».

El activismo empezó en forma de voluntariado en las horas en que no trabajaba como consultor para importantes empresas. La defensa de la causa fue convirtiéndose lentamente, en profesión. Hoy en día, las ganancias que provienen de proyectos y asesoramiento que ofrece a las ONG internacionales, son humildes, pero suficientes para una vida feliz. «La bicicleta enseña que necesitamos muy poco. De hecho, cada vez más me gusta tener solo lo esencial».

En el lado derecho de la foto, el mismo hombre de la foto de portada, de piel blanca, barba y pelo corto, ondulado y castaño oscuro, está de perfil, hacia la izquierda. Lleva pantalón jean oscuro, abrigo gris y tenis marrones. Está abriendo una bolsa gris, sujeta del lado derecho de la rueda trasera de su bicicleta plateada y negra, que está parada sobre la propia pata. En el fondo hay un muro con ilustraciones realizadas con graffiti, representando edificios grises. En el lado izquierdo del muro, con ilustraciones en tonos azules y el dibujo de un rostro, cuelga un pedazo de techumbre de hojalata pintado de rojo. Debajo hay una placa con fondo blanco que dice “Lugar para donaciones” (en portugués), con letras rojas, y prendas de ropa, algunas colgadas en perchas y otras revueltas en una caja de madera, de mercado, sobre una mesa rectangular de madera natural. Una parte del suelo es de cemento y la otra de tierra.

En un puesto de donaciones, JP cambia prendas que sobran en el ropero por un par de perchas (Pepe Guimarães/Believe.Earth)

LA SENCILLEZ DE LA FELICIDAD
Durante el viaje realizado para la sesión de fotos de este artículo, JP incluyó una parada en un puesto de donaciones en la calle Saramenha, en el barrio Pompeia, para cambiar por un par de perchas dos de las nuevas piezas de ropa que le había dado la madre. «Esto es lo que necesito hoy. Cuando uno se conecta con la ciudad, alcanza otra percepción y pasa a necesitar mucho menos», dice, que tiene pocas exigencias en su vida cotidiana, entre ellas que el trabajo tenga finalidad, sea divertido y se acerque a la ciudad.

En el período de casi dos años que pasó en Alemania reforzó ese deseo por la simplicidad. La temporada ocurrió después de que JP ganó una beca para estudiar el uso masivo de la bicicleta en el programa de “German Chancellor Fellowship for Tomorrow’s Leaders” de la Fundación Alexander von Humboldt. Visitó 46 ciudades en 16 países, convivió con cicloactivistas de diversas partes de Europa y vio de cerca lo que está siendo hecho allí para mejorar el uso de la bicicleta entre la población. Volvió con nuevas miradas: «La bicicleta no es un simple medio de locomoción. Tenemos que pensar en estrategias multidisciplinarias, como una herramienta para la educación en las escuelas, promoción de la salud, gestión de la política climática y ayuda para reducir la emisión de contaminantes».

El mismo hombre de la foto de portada, de piel blanca y pelo corto, ondulado y castaño oscuro, está de espaldas a la cámara, con la bicicleta a su lado derecho. Viste tenis marrones, pantalón jean oscuro y un abrigo gris, y camina entre puestos de un mercadillo al aire libre, hacia el fondo de la foto, con las manos en el manillar de la bicicleta, negra y plateada, de la que cuelga una bolsa gris del lado derecho de la rueda trasera. Los puestos del lado derecho del mercadillo tienen sacos abiertos llenos de patatas. Más al fondo, otros puestos, vendedores, y transeúntes.

Para JP, ir a la feria en bicicleta puede transformarse en una exploración de recuerdos afectivos en el barrio (Pepe Guimarães/Believe.Earth)

Pero toda la responsabilidad de tener la bicicleta como trabajo, no le saca el más puro de los placeres del alma de un ciclista: deambular por ahí. Una actividad banal como ir a la feria del barrio se convierte en un paseo de descubrimiento de nuevos ángulos, un momento para reavivar los lazos afectivos con la ciudad. Un simple muro por el camino le trae el recuerdo de un momento muy importante vivido allí en una relación. En instantes, esta memoria hace que aquel edificio anónimo reciba aires de obra monumental. Un poco más adelante, JP pone en un portón una flor tomada en la acera. Se ve como una intervención artística. O tal vez es sólo un toque de belleza y de bondad en su territorio.

El paseo se lleva a cabo entre barrios famosos por las subidas, Pompeia y Perdizes. No se preocupa por la topografía ni la supuesta dificultad para pedalear en la región. Al final, son esos morros que permiten mirar el horizonte y probar la sensación de libertad dentro del ambiente urbano. Un placer que sólo quien se desmonta y empuja la bici cuesta arriba sabe cómo es.