De tanto sufrir agresiones, amenazas y discriminación contra su orientación sexual, dentro y fuera de clase, la estudiante Jessica Monteiro dos Santos, de 17 años, tuvo que cambiarse de escuela una vez, pero los problemas seguían ahí. De forma paralela a la escuela, Jessica también estudia en el Centro Educativo Marista Hermana Eunice Benato, en Curitiba, en el sur de Brasil, donde participa en actividades extracurriculares de formación profesional. En una de estas actividades, la profesora abordó el tema de la homofobia en la sociedad. “Fue entonces cuando Jessica compartió con el grupo la discriminación que estaba sufriendo. Toda la clase abrazó la causa y decidió transformar esta cuestión en un proyecto”, recuerda su compañera Yasmin Sumida Bonfim, 18.

A partir de ahí el grupo empezó a compartir entre sí situaciones de discriminación y/u homofobia que sufrían o presenciaban y surgió la idea de crear el proyecto “Sin vergüenza”: a través de intervenciones en la escuela de Jessica, abrieron el diálogo sobre sexualidad, género y respeto a las diferencias. Todo ello de forma distendida y relajada, de joven a joven.

El primer desafío, quizá el más grande, fue convencer a la dirección de la escuela para que asumiera el proyecto. “El director no quería de ninguna manera que el tema fuese tratado ahí. Era como si lo que estaba pasando no existiera. Pero, con una buena conversación entre los implicados, hallamos formas de lidiar con todo esto de manera pacífica, justa y directa”, recuerda Jessica.

El apoyo de la educadora Franciele Heldeberg, que planteó el asunto en clase y orientó al grupo en este proyecto, fue también fundamental para convencer al director para que permitiera a los alumnos realizar talleres con los estudiantes, de 7º curso de primaria a 1º de secundaria. Durante los talleres, el grupo decoró el espacio, llevó a cabo una elaboración colectiva de carteles, y distribuyó pequeños recuerdos con mensajes que llamaran la atención como “el amor es una cosa muy bonita como para dejarlo en el armario”.

Al final, el colegio se fue abriendo al respeto a la diversidad y los jóvenes lograron sensibilizar incluso a algunas de las personas que oprimieron a la estudiante. “Cuando presentamos estos conceptos de manera deconstruida, mostrando que el mundo está hecho de diversidad, los que tienen prejuicios empiezan a reflexionar. Esto genera una semilla, que será regada, y va a crecer, va a florecer”, sostiene la alumna Talita Aparecida dos Santos, 17.

Jessica, quien se sorprendió con la reacción de sus compañeros tras las charlas, es de la misma opinión. “Algunos alumnos nos buscaron después, preguntando de qué manera podían revelar su sexualidad a sus familias. ¡Fue muy bueno!”

DENUNCIANDO UNA CAUSA
Para la profesora Franciele, la unión por una causa común – apoyar a una compañera que sufría homofobia en la escuela – fue lo más destacado de esta iniciativa. “Creo que la transformación comenzó en ellos mismos, pues varios deconstruyeron prejuicios, tuvieron la oportunidad de repensar comportamientos e incluso se liberaron de algunos patrones impuestos por la sociedad”, revela. La educadora añade: “Además del conocimiento adquirido sobre los temas – sexualidad, género y orientación sexual –, lograron comprender cómo se elabora un proyecto, cómo se defiende una idea y, principalmente, cómo posicionarse y divulgar información para combatir situaciones de abuso y/o discriminación.”

Prueba de ello es que los estudiantes hallaron una manera eficaz de transmitir su mensaje a los alumnos más pequeños, que tenían tan solo 7 años. “Hicimos varias dinámicas, pusimos películas, hicimos también una obra de teatro para explicar esa cuestión de los patrones sociales, como, por ejemplo: el color azul, que dicen que es de chico, sobre la mujer ser vista como ama de casa, etc.”, recuerda Jessica. Según ella, los niños interactuaron mucho, preguntaban y compartían sus opiniones.

En opinión de Franciele, el proyecto supuso una oportunidad de empoderamiento, de que los alumnos alzaran su voz por una causa. Tanto es así que, después de “Sin vergüenza”, Jessica quiere estudiar para ser abogada y, así, luchar por sus derechos y ayudar a otras personas LGBT.

Este año los estudiantes pretenden transformar el proyecto en un colectivo para seguir expresándose, montar talleres sobre sexualidad, establecer colaboraciones con más escuelas e impulsar las redes sociales para, así, llegar a más jóvenes.

“Quiero un mundo en el que todos logren ampliar la mirada y abrir la mente. Cambiar eso de juzgar al otro por su apariencia, porque tenemos mucho que ofrecer, cada individuo es un mundo. ¡Tenemos que unirnos!”, defiende Jessica.

 

El proyecto Sem Vergonha ha sido premiado en el Desafío Creativos de la Escuela 2017. Criativos da Escola, un programa de Alana, anima a niños y jóvenes a que transformen sus realidades, siendo protagonistas de sus propias historias de cambio. La iniciativa forma parte de Design for Change, un movimiento global que surgió en la India y está presente en 65 países, inspirando a más de 2.200 millones de niños y jóvenes en todo el mundo.