Debajo de un árbol de copa densa, la sensación es que la vida se pone más amena, inmune al calorazo que toma el concreto metros adelante. Las zonas urbanas tienden a ser más calientes que las rurales. Es el efecto colateral de cambiar la vegetación por materiales que almacenan y reflejan el calor, como asfalto, piedra, acero, vidrio. Los edificios vidriados actúan como espejos, lanzando los rayos solares al entorno. Algunos expertos defienden incluso que el uso de este material sea reducido por ley, para no agravar las islas de calor.
La urbanización también conduce a la impermeabilización del suelo y la canalización de los ríos. Y eso genera menos evaporación del agua, que podría servir para refrescar el termómetro. En regiones donde hay bosques, la diferencia de temperatura entre el área urbana y las zonas rurales supera los 3° C, según un estudio realizado en el año 2015 por la Nasa, la agencia espacial estadounidense. En São Paulo, un análisis realizado por el geógrafo Hugo Rogério Barros encontró diferencias superiorés a 8° C en el mismo día y hora entre lugares áridos y otros repletos de forestación.
La buena noticia es que hay varias intervenciones que dejan el microclima más ameno en casa y en el barrio, purifican y humedecen el aire y hacen bien para la gente y el planeta.
FLORESTA PARTICULAR
Plantas de hojas anchas y la mezcla de varias especies en el patio trasero o en un balcón absorben la luz y lanzan más humedad al aire, sin comprometer la luminosidad de las habitaciones. Para hacer una barrera ecológica contra el calor, vale la pena destacar la trayectoria del sol en diferentes épocas del año y planificar un sombreado más amplio durante el verano y por la tarde. Incluso los árboles que pierden sus hojas en el invierno se pueden plantar como una estrategia de efecto refrescante concentrado en los meses más cálidos.
El sombreado de los entornos es eficiente por tres razones complementarias, según el estudio “Air temperature regulation by urban trees and green infrastructure”, del gobierno del Reino Unido. La iniciativa impide la penetración del sol y el consecuente calentamiento del lugar, reduce la ganancia de energía en las ventanas y así disminuyen las posibilidades de crear un «efecto invernadero» interno y todavía sirve como un refugio contra los rayos del sol, que hace una gran diferencia en la sensación térmica porque las molestias relacionadas con el calor se relacionan a menudo más con la exposición directa de la radiación que con la temperatura del lugar.
La ventilación cruzada con ventanas abiertas en direcciones opuestas y fuentes y espejos de agua, que aumentan la humedad del aire, también colaboran para crear un microclima más ameno en el hogar.
TECHO VERDE
Un techo verde puede ser hasta 5,3 grados Celsius más frío y la humedad relativa del aire hasta 15,7 ° C mayor, indicó un estudio de Humberto Catuzzo, geógrafo de la Universidad de São Paulo. Techos ecológicos son aislantes térmicos eficientes, que mantienen el calor en el invierno y evitan picos de temperatura en el verano.
La instalación debe realizarse por expertos, ya que es necesario estudiar la estructura del techo, instalar materiales aislantes, impermeabilización, filtración y drenaje de agua y elegir las plantas correctas. Lo ideal es que la vegetación sea autóctona, más adaptada a las condiciones climáticas.
JARDIN VERTICAL
Si faltan espacio o recursos, la alternativa son las paredes cubiertas de vegetación, que no son tan eficientes o fáciles de manejar como los techos verdes, pero ayuda. Además de hermosos jardines verticales también actúan como aislantes térmicos. Existen desde proyectos sofisticados, con paisajista profesional y riego automatizado que facilita el mantenimiento, hasta formas que la naturaleza encuentra para cubrir el hormigón: plantas trepadoras.
Incluso si la opción es utilizar estructura de madera o fibra con macetas fijadas, lo ideal es consultar a profesionales antes de la instalación para evitar que el exceso de humedad produzca moho e infiltraciones.