No usar fertilizante es la mejor manera de tener más alimentos disponibles, ya que los pequeños agricultores tienen la capacidad para duplicar la producción sin hacer uso de agrotóxicos. Eso es lo que dicen los expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Afirman que es posible (y necesario) hacer una transición global a modelos más seguros y saludables, capaces de nutrir a la población mundial, que alcanzará los 10.000 millones de personas en 2050.

“No tengo duda, que se puede producir lo suficiente para alimentar al mundo sin agrotóxicos”, afirma el agricultor holandés Joop Stoltenborg, 79 años, que vive en Brasil desde hace más de 50. Su esposa y él, Tini, son los dueños de la estancia A Boa Terra, en el interior de São Paulo, uno de los pioneros de la agricultura orgánica en el país. Creado en una familia rural, Joop pasó de ser entusiasta de los químicos en la agricultura, a defensor de una mesa libre de veneno después de ver a familiares, funcionarios y animales intoxicados.

Para que otros sigan el ejemplo de Joop, los expertos señalan tres medidas: cambiar el actual modelo de producción, mediante cambios en las políticas públicas; invertir en investigación y tecnología para producir sin agrotóxicos y difundir ejemplos que prueben ser posible y rentable plantar orgánicos; y cambiar la forma de distribuir y consumir estos alimentos.

1.NUEVO MODELO DE PRODUCCIÓN
En Brasil, la agroindustria está dominada por el monocultivo, especialmente de maíz y soja, con un pequeño número de otros cultivos. Esta producción a gran escala solo crece – en 2017, hubo cosecha récord de granos, con más de 240 millones de toneladas –, pero solo una pequeña parte de estos alimentos va a la cocina de los brasileros. La soja, por ejemplo, tuvo una producción de más de 110 millones de toneladas el año pasado, sin embargo, el 78% fue exportado a China.

“En el modelo brasilero, los alimentos son cada vez más commodities [productos básicos negociados en la bolsa de valores] y bioenergía”, dice Larissa Mies Bombardi, investigadora y profesora de geografía agraria de la Universidad de São Paulo (USP). “Tenemos cinco ‘Portugales’ con plantación de soja, caña de azúcar y eucalipto. Esto no es determinismo geográfico, es opción. Nosotros no estamos hablando de la canasta básica, sino de una lógica de economía globalizada”.

Larissa, autora del atlas Geografía del Uso de Agrotóxicos en Brasil y Conexiones con la Unión Europea (en portugués), señala que 1/3 de los productos utilizados en Brasil están prohibidos en el bloque europeo. “¿Cuál es el proyecto de sociedad que Brasil ha construido? Basta con mirar la carga ambiental y la salud humana”, afirma. “El monocultivo busca lucro. Tenemos que cambiar el enfoque hacia la seguridad alimentaria, a partir de la pequeña producción, con prácticas agroecológicas. Así, caminamos para alimentarnos sin agrotóxicos”.

Entonces, ¿qué alimenta a los brasileros? Según el IBGE, la pequeña agricultura familiar, centrada en el policultivo, especialmente en arroz, frijol, mandioca y otros alimentos para el mercado interno, es responsable de aproximadamente el 70% de lo que llega a nuestro plato.

La foto muestra una plantación de soja, con sus hojas verde oscuro. La plantación divide el horizonte con el cielo que es azul grisáceo y con algunas nubes.

El cultivo de soja en Brasil ocupa un área de más de 30 millones de hectáreas – más del 70% de la producción se exporta a China (Reproducción/Wikimedia Commons)

La agroecología respeta el proceso natural de un ecosistema, mezclando tipos de alimentos en la tierra, sembrando en medio de árboles o utilizando depredadores naturales para combatir plagas. Siempre sin agrotóxicos.

Para incentivar estos modelos, es necesario un cambio estructural de las políticas públicas, comenzando con los incentivos fiscales. En un estudio que integró el informe Agricultura Tóxica, de  Greenpeace (descarga aquí el archivo completo), Walter Belik, economista e investigador de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp) en São Paulo, afirmó que aunque el crédito volcado a la agricultura familiar haya aumentado, llegando a 30.000 millones de reales, el valor destinado a la agricultura empresarial ha avanzado más, llegando a 200.000 millones. Otras políticas diferenciadas incluyen la exención de impuestos para la industria de pesticidas y poco incentivo a la producción agroecológica.

2.INVIRTIENDO EN INVESTIGACIÓN
“Desde que empecé con los orgánicos, utilizamos nuestra creatividad para aumentar la producción. También intercambiamos experiencias con otros agricultores, con nuestros vecinos”, cuenta Joop, de la estancia A Boa Terra, que consiguió la certificación en 1981. “Pero falta aún apoyo para acceder a las investigaciones. Solo vemos cosas como ‘plantar una papa que tiene la cáscara más lisa’. Pero nada sobre las raíces nobles de Brasil, como el ñame y papa de aire, más resistentes y, por tanto, más fáciles de producir sin agrotóxicos”.

Rafael Coimbra, 33 años, un paulistano que abandonó la publicidad para producir orgánicos en el interior de São Paulo, sueña con más acceso a las investigaciones. “Hago ensayo y error y obtengo una buena cosecha. Imagínate si tuviera acceso a los estudios”. En su propiedad, de donde salen las cestas orgánicas Fazenda Santa Julieta Bio, planta a través de la agroforestería.

La foto se toma desde el suelo, apuntando hacia arriba. En ella, hay una hilera de árboles de tronco fino en primer plano y, detrás, árboles dispersos. Cerca del borde inferior de la imagen, hay un pedazo de tierra con pasto verde. El cielo está azul y sin nubes.

En Fazenda Santa Julieta, en Santa Cruz da Conceição (São Paulo), plantaciones comparten espacio con la agroforestería (Difusión/Fazenda Santa Julieta)

Para llenar este vacío de investigación y tecnología, la iniciativa privada comienza a moverse. Es el caso de Rizoma, la nueva empresa del empresario Pedro Paulo Diniz, fundador y CEO de Fazenda da Toca Orgânicos, orientada a la producción de alimentos orgánicos a gran escala. Además del arrendamiento de tierras para producir a gran escala, la compañía tiene la intención de compartir el conocimiento de las prácticas agrícolas regenerativas. “Para incentivar a otros productores, compartiremos la información, ya sea de nuestras experiencias, investigaciones académicas y de mercado”, afirma Marcelo Marzola, uno de los socios de Rizoma. “Pretendemos conversar con compradores y empresas de maquinaria. Necesitamos transformar la cadena”.

Marcelo es optimista con relación al desafío de alimentar a una población creciente y al mismo tiempo transformar el escenario de degradación para la regeneración de la tierra. “Veo cómo la fuerza de la naturaleza puede ayudar en la producción de alimentos”, dice. “Y Brasil tiene recursos y potencial para ser la nación que conducirá esa nueva revolución agraria”.

Y también hay historias de éxito en pequeñas propiedades. “Cultivamos tomates sin veneno en un invernadero y producimos incluso más que con la forma convencional”, afirma Joop, de A Boa Terra.

Rafael también cuenta que utilizar la sabiduría de la naturaleza, como transformar la poda de bananeros en materia orgánica para el suelo, ha rendido buenos frutos. “Tengo cinco hectáreas productivas y entrego canastas semanales a 143 personas”.

La imagen aérea muestra diferentes tipos de árboles alineados. Las filas tienen un espacio entre sí. Hay árboles altos con troncos finos, arbustos y otras plantas medianas. Alrededor, hay árboles de follaje oscuro, sin la organización y el espacio que hay entre estos árboles alineados. El cielo es azul con muchas nubes y solo aparece en un espacio en la parte superior de la foto.

Fazenda A Toca, en Itirapina, municipio situado en el interior del estado de São Paulo, ya produce orgánicos a gran escala y pretende transmitir este conocimiento a otros productores (Difusión/Fazenda da Toca)

3.CAMBIO EN EL CONSUMO Y LA DISTRIBUCIÓN
Según la ONU, la población actual es de 7.600 millones de personas y el mundo ya produce suficientes alimentos para 14.000 millones. Con el desperdicio y la mala distribución, el camino ahora es ajustar la manera de producir, distribuir y consumir. “Combinar prácticas de producción que reducen gradualmente la necesidad de utilizar insumos externos generan un mayor interés en el agricultor para crear un cambio”, dice Marcelo, de Rizoma. “Cuando el productor comienza a ver que las prácticas que retienen agua y fijan carbono en el suelo no solo hacen bien para el medioambiente sino también para el bolsillo, el escenario cambia. Creo que esto ocurrirá en unos pocos años”.

Ya el ingeniero agrónomo José Otavio Menten, profesor en la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq-USP), en São Paulo, cree que el cambio, si ocurre, será mucho más lento. “Tardaría unos 100 años, porque, en el corto plazo, todavía no hay medios eficientes para combatir las malezas y otras plagas sin productos químicos”, dice.

Señala, sin embargo, que hay un aumento de prácticas para reducir el uso de veneno. El caso del vacío fitosanitario, una suspensión temporal del plantío de soja para reducir a los huéspedes. “En los últimos cinco años, hemos también visto una evolución de productos biológicos, con un 15% de crecimiento”.

Evitar el desperdicio, sea por exceso de producción, o sea por mala distribución, también es crucial.  Esa era la idea de Rafael al optar por el modelo CSA (Comunidad que Sustenta la Agricultura), en que solo se produce cuando hay demanda. Eso es porque él decide la cantidad de lo que plantará en base al número de personas que contrataron el servicio de entrega de canastas. Ellos pagan una suscripción, facilitando el cálculo y evitando el desperdicio. “Es una producción pequeña, pero justa para mí, para mi equipo y para quien compra”, afirma.

La transición también pasa por un cambio de hábitos alimenticios del consumidor. Joop sugiere menos papa y más ñame, que se adapta mejor a la tierra, no necesitando agrotóxicos. Rafael comenta sobre el cambucí, que, de tan popular en São Paulo en el pasado, denominaron un barrio con su nombre, y el rábano morado, del que se aprovechan las hojas y el bulbo. 

Cuando tengas dudas en el momento de la compra, prefiere los alimentos de época. Son más resistentes y, por lo tanto, requieren menos productos químicos durante el crecimiento. Ir a ferias agroecológicas y conocer a los productores son otras maneras de obtener alimentos que no agredan tu salud, ni el planeta.