Para transformar el mundo hay que romper paradigmas, ver oportunidades en los problemas y, lo más importante, hacer que las cosas sucedan. Esta es una de las características más destacadas en la trayectoria del agrónomo Luis Fernando Guedes. Con una gran influencia de su padre, también agrónomo y co-fundador de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuária (Embrapa), y quien le transmitió los principios de justicia social; y de su madre, una socióloga que le enseñó a amar la naturaleza, Luis Fernando descubrió que la agricultura es la actividad económica, que, según su definición, puede transformar el mundo.

“Proporciona alimento, energía, fibra – ropa, combustible, comida -, y ahora podemos hacer todo esto muy bien y además contribuir a la preservación de la biodiversidad, del agua, y a la calidad de vida de las personas. El potencial es inmenso y mi cometido es convertir la agricultura en fuente de justicia, de desarrollo y de preservación”, dice, entusiasmado, Luis Fernando, quien además es gerente de certificación agrícola de Imaflora (Instituto de Manejo y Certificación Forestal y Agrícola), entidad a través de la cual desarrolló su proyecto.

Apostando por esta idea, Luis Fernando y el equipo de Imaflora crearon la primera certificación agrícola unificada en Brasil, para distinguir prácticas agrícolas benéficas de aquellas perjudiciales para el medio ambiente. La certificación promueve incentivos basados en el mercado para que los agricultores no realicen prácticas agrícolas destructivas, favoreciendo los comportamientos sostenibles y con el objetivo de combatir la deforestación.

“Empezamos con la caña de azúcar en 1998, con una iniciativa muy brasileña, pero apuntando a una certificación que fuese reconocida mundialmente. Logramos crear un órgano de certificación para la caña, que se convirtió en referencia, y acabamos participando en la creación de la red de agricultura sostenible, que está hoy asociada al sello Rainforest Alliance Certified. “Hay productos certificados con este sello que ayudamos a crear en el mundo entero”, dice Luis Fernando orgulloso.

Foto de una plantación de café. La foto muestra un camino en la hierba, y alrededor de varios pies de café con mucho verde

Plantación de café certificada, en Minas Gerais (Luis Fernando Guedes/Archivo Personal)

Su idea vanguardista se anticipó a la tendencia de la certificación como algo transformador en el sector de la agricultura. “Introdujimos una agenda nueva de preservación, de recuperación de la biodiversidad, de uso adecuado de agrotóxicos, de bienestar y seguridad de los trabajadores, pero en un formato que no había sido empleado antes, totalmente nuevo, a través de un sistema de certificación, de un sello, de una norma, un estándar de sustentabilidad por el cual vinculamos la cadena productiva desde el productor hasta el consumidor, con más transparencia, agregando valor”.

Dicho así parece un proceso muy simple. Pero, en realidad, pasaron años hasta que este sistema empezó a funcionar: desde el 98, año de la creación del primer estándar de certificación agrícola; hasta 2003, cuando tuvo lugar la primera certificación de una plantación de café en Brasil. Y, por supuesto, emplear un instrumento de mercado en un sector extremadamente conservador como el agropecuario, generó resistencia: “La mayor dificultad fue, y aún es, conectar los dos extremos. Tardó mucho en que hubiera un indicio claro del mercado de que la gente daría preferencia a un producto certificado. Y la base fue convencer a los productores pioneros en el área de que esta idea funcionaría. Por otro lado, hubo que persuadir a los establecimientos de que era importante comprar productos certificados porque supondría un diferencial de cara a la sociedad en cuanto a la política de sustentabilidad”, afirma Luis Fernando.

Para que cualquier tipo de productor, no solamente los grandes agricultores o las empresas, pudiese participar, fue desarrollado un proceso de certificación grupal para pequeños agricultores. Gracias al cual, comunidades indígenas, ribereñas, caucheras y otras para las cuales los costes iniciales de la certificación serían prohibitivos, pueden acceder a ella, garantizar su forma de subsistencia y también acceder a la formación ofrecida por Imaflora. Un 5% de los ingresos generados con los servicios de certificación proporcionados a clientes corporativos se destina a un fondo social para subsidiar la certificación de estos pequeños propietarios de tierras y otros proyectos comunitarios. La certificación grupal representa hoy el 44% de las tierras certificadas por Imaflora.

Tras certificar más de 700 terrenos en Brasil y en Argentina (261.269 hectáreas), Luis Fernando se dedica ahora a difundir este modelo de éxito para llegar a un número cada vez mayor de agricultores y lograr así que las prácticas sostenibles pasen a ser el estándar a seguir. Así mismo, y con el objetivo de cambiar el paradigma de deforestación a gran escala en el país, está implementando una estrategia para incidir en los principales agentes de decisión públicos y corporativos.

“La agropecuaria tiene el potencial de transformar el mundo. No hay ningún gran desafío tecnológico, no existe ninguna barrera que no podamos superar. Es una cuestión de que la gente lo entienda, se comprometa y cambie el mundo.

E Imaflora trabaja en varios frentes para que este cambio suceda: a través de la certificación, de la transparencia, generando información e inteligencia”, resalta Luis Fernando. “Gracias a mi base académica, técnica y científica, sé que es completamente posible realizar este sueño. Depende de un ejército de personas trabajando por ello y yo soy uno de los soldados de este ejército”.

Luis Fernando Guedes es emprendedor social Ashoka. Ashoka es una organización global presente en 84 países que lidera un movimiento en el cual todos pueden ser agentes de transformación social positiva.